jueves, 10 de marzo de 2011

Ignorancia pasiva

La ignorancia escuece mi orgullo y lo manipula queriendo llevarme a su terreno abrupto, reflejando mi valentía en los semblantes infantiles e incapaces de observar más allá de dos palmos de sus narices.
Cuerpos fornidos y gigantescos me rodean amenazantes, sus cabezas abiertas en canal muestran el eco de su vacío.
Zarandean mi moral, antaño de arena, ahora de metal. Quieren derrumbar la base de todo aquello imprescindible en un razonamiento y mi amor propio chilla furioso, revolviéndose en un mar de opiniones pasivas y dudosos gustos.

Para ellos, quedo más linda callada, decorativa, como las presentes que no dan un paso al frente para defender junto a mí la causa que comparten. Mi ojos arden fulminantes ante esta cobarde prevención.

Insisten e insultan sin respiración, asfixiando, arruinando mis esquemas bien trabajados y sólidos. Unos patéticos individuos.
No soporto tal afrenta a todo lo respetable. No deseo descender a tan baja calidad pero a situación me obliga a ello. Escupo en su ridículo espectáculo de falsos machos dominantes, su decadente y atroz circo de incultura básica; reventando sus tímpanos con mis bien entrenados argumentos y mi reprimida libertad de expresión.

Los pasivos retroceden, los espectadores se tensan espectantes. La montaña de niñatos disminuye de masa corpórea. Mi lengua acabará con todos.

lunes, 7 de marzo de 2011

Youth: libre y verde

Ella chilló, golpeando los tímpanos del eco entre las montañas; pataleó, en una mezcla indeterminada de auténtica rabia y mosqueo infaltil. Se revolvió hasta caer exhausta en la hierba a la vez que se deshacía de sus deportivas viejas y gastadas sin marca reconocida.
Se silenció en el acto, respirando entrecortadamente. Su camiseta de tirantes dibujaba las líneas de sus costillas y la blancura de sus piernas cegaba con el sol sobre ellas.

Tumbada y derrotada, mirando hacia el mar aéreo, se fue relajando hasta poder ser capaz de percibir sus pausados y sutiles latidos. Cerró los ojos y respiro tímida y suavemente, inconscientemente recelosa del habitat desconocido. La pureza del aire la llenó hasta saciarla y el silencio inundó su mente, pacificando progresivamente su caos emocional.

Su juventud se hizo plena, reflejándose en su rostro salpicado de pecas. La rebeldía inocente de un alma herida y asfixiada había iniciado el proceso de cura.

Abrió ligeramente un ojo y observó a un pajarillo posarse sobre un árbol cercano, un oasis en aquel desierto verde. La músiquilla del animal la enterneció. La sensación sombría de las preocupaciones adultas y agobiantes resonó en su cabeza, pero no le importó, y la echó a un lado de un empujón. Ya habría tiempo de ocuparse de ello. Y de crecer ya de paso.

Extendió sus miembros hacia fuera, volvió a cerrar los ojos y sonrió ampliamente.
Había pasado mucho desde la última vez que lo había hecho.