domingo, 26 de diciembre de 2010

Respuesta

Ya están cicatrizadas las rayadas de mi cerebro por intentar algo imposible. La vida y sus características son imperfectas y, por tanto, perfectas para todos.
Amigo mio, aprende a amoldar las consecuencias de tus propias decisiones y a mover más el culo cuando toque hacerlo. Esa personita que todos llevamos dentro está de acuerdo con lo que digo y lo que ya he hecho en su momento.
Mi turno de mover en nuestro ajedrez ha finalizado con la parsimonia de mi indiferencia al conflicto, puede que no sea la que más te convenga, pero es mi propia e inquebrantable jugada. Por lo menos yo he intentado participar en lo que tú has creado, además de forma tardía y sin aviso previo.
Te toca mover figura chaval, ¿lo tomas o lo dejas?

RE: E.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Sola

Mi integridad como muros derrumbada por el renacer de su rostro marfileño.
La caricia ya no es delicada sino ruda y áspera cual voz de zombie en mis oídos. Atrapada en un abismo de forma inigualable que nadie en la Tierra podría describir con sus vulgares métodos de lógica y sentido.

¿Lógica? ¿Integridad? ¿Moral, pudor?

¡Báh!

Mi alma desnuda ya está manchada por el fango de tu última huída.

martes, 16 de noviembre de 2010

Droga de silencio

La pequeña dosis concentrada en la jeringuilla se agita ansiosa por entrar en contacto con mis venas sedientas. Mi respiración es rápida y desacompasada fruto de mi sindrome de abstinencia inicial, que inutilmente he intentado ignorar.

Afuera está comenzando a oscurecer y sopla el viento con tal furia que podría decirse que es casi humana. Golpea la vieja ventana manifestando su contrariedad a mi próximo acto. Eso suma además los coches que circulan cercanos y la música clásica demasiado alta de mi vecino de al lado.

Sin ni siquiera desinfectarme la zona me intriduzco lentamente la aguja y doy salida a mi ahora más importante razón de vivir. Una vez terminado, y esperando a que se extienda por mi decrépita anatomía, comienzo a desvestirme hasta quedar completamente como me trajeron al mundo. Acto seguido me tumbo en el suelo, ajena al frío ambiente y a mi alrededor.

Ya no hay nada, sólo estoy yo. El silencio se apodera del alrededor, taponándome los oídos con una relajante parsimonia que provoca que mis párpados caigan intoxicados por esta sustancia deliciosa y mortífera. La ausencia de sonido se ha estabilizado y ni siquiera percibo mi respiración ni mis latidos ralentizados. Tampoco siento mi propia piel.

Quiero estar así para siempre. Con mi compañero silencioso e inexistente y mis oscuridad voluntaria. Disfrutar de la verdadera libertad. Crear un limbo personal en mi propio cuerpo sin necesidad de soñar despierta en un mundo repulsivo que es imposible de ignorar por los sentidos.Pero basta, no quiero ni oírme ni a mí.








...










Paso así mucho tiempo, no sé exactamente cuánto, pues para mí éste se ha detenido completamente. Pueden haber pasado minutos, horas...Pero no lo sé ni me importa demasiado. La existencia no es más que un recuerdo borroso escondido en la recovecos de mi antigua y moribunda mente.

Quiero estar así para siempre, siempre. Escondida de todo, de mi misma.
Lo bueno del silencio es que una vez inyectado su efecto es infinito.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Desierto de lágrimas

Ella se revolvía con el puñal en mano de los brazos que pretendían arrebatárselo. Lloraba con rabia cegadora pero silenciosamente, conocedora de la debilidad de su propia fuerza. La tonalidad escarlata brillaba en la hoja del arma.

Él no hacía fuerza, ni un gesto, ni un atisbo de presión. Tan sólo mantenía firme su mano. Su rostro era una máscara fundida entre la impasibilidad y la desesperación. En su mirada reflejaba un dolor intenso e inhumano que no influía en la posición relajada que mantenía y su piel ceniza era cadavérica. Un muerto en vida.

Con un grito de agonía y rabia ella se dejó caer, aún manteniendo el arma. Él también bajó. El llanto continuaba pero ya no quedaba nada en su ojos secos y marchitados. Alzó la mirada y, con fingida decisión, se enfrentó a la de su contrincante suplicándole sin palabras que lo dejara estar, que se fuera y la dejara sola.

Como respuesta obtuvo que de un tirón le arrebatara el arma y que lo lanzara lejos de su alcance, no sin antes que durante este último forcejeo ella consiguiera herirse en una de sus muñecas.
Él se aproximó y tomó el brazo sangrante, observo los profundos cortes que había logrado hacerse antes de su llegada y comenzó a sacar de su bolsillo un pañuelo para usarlo como vendaje.

Ante este gesto ella lo apartó lentamente y negó con la cabeza susurrando:

-No, amor. Déjame morir para así poder sentir una milésima parte lo que te hice experimentar en la lóbrega existencia de mi abandono.

Pero haciendo caso omiso de sus peticiones comenzó a cubrirle el corte . Ha medida que este dejaba de sangrar, el cuerpo del hombre comenzó a humedecerse hasta convertirse en líquido y desaparecer en una llúvia salada. Antes de ello le dedico un atisbo de sonrisa melancólica.

La mujer se desvaneció unos minutos y al volver en sí su corte había desaparecido y con ello el puñal. Pero sus lágrimas eran de color escarlata intenso.

domingo, 24 de octubre de 2010

Maldita yo

He perdido mi espontaneidad y avidez en mirar la existencia desde ángulos imposibles. La trágica monotonía de mi inspiración se ha visto, además, envuelta en parsimonía irritante. No soy quien era antaño y no creo que pueda siquiera memorizar fragmento alguno de mi milenaria gloria agridulce.

Mis dedos han traicionado a mis papeles blancos, sedientos de tinta fresca y a mis plumas secas. Todo quiebra y se descompone en masa indefinida y quemada. No soy capaz de innovar siquiera mis propias sutilezas y experiencias. He caido y no levanto mi anatomía del árido suelo.

Tan solo puedo decir que, maldita yo, por creerme eterna.

lunes, 11 de octubre de 2010

Pupila estelar

Sombreadas sábanas
de esta,
nuestra cama

Clavada en tu par
se derriten los latidos
del placer abismal,
del deseo carnal

Atisbo de luces
allá por tu horizonte
dos fugaces,
fundidas en ocre,
dibujan el pasaje

Retraida su aurora
en su cegadora mirada,
de astros y planetas
de estrellas y cometas

Mi atrevimiento
a mirar adentro
de esta,
tu pupila estelar

domingo, 3 de octubre de 2010

La crucificción de los relojes

Redoble de tambores
al tiempo del tic tac
conspiran el dulce deseo
de la futura mañana congelada

Con odio miran las viejas,
con ojos blancos y arrugas deshechas,
gritan desesperadas
para que con ello finalice
su ardiente y última estocada

Claman los hombres,
claman los perros,
las manecillas
que imperturbables avanzan
sin dudar de su fijeza

Que la historia no exista
más que en las cabezas,
la ansiada idea
de una vana ilusión

Cabellos coloridos,
juventud eterna,
campo verde fértil,
nunca gris arboleda

El verdugo religioso
lentamente aplasta
con pausada crueldad
lo que queda de sus andanzas

Con mazo en mano
golpea la agonía silenciosa
de los números circulares
y flechadas agujas

Tiempo al tiempo,
silencio repentino,
y finaliza el espectáculo
la nada de lo existido

viernes, 24 de septiembre de 2010

Diabolus



Penden de invisibles hilos de telaraña una psicosis sometida por el sonido mentolado de un violín. Sinuosa, se cuela por los rincones más inexplorados de mi válvula escarlata y mecánica. Toca fibras que creía muertas y que ahora tiemblan acongojadas.

Mis ojos, casi fuera de sus órbitas, se elevan a contemplar el instrumento del que sale esa bella y aterradora melodía. Me parece apreciar, a pesar de mi ya moribunda cordura, las estremecedoras y siniestras entonaciones de una risa infernal procedente del interior del violín que suena cada vez más desigual y agudo.
Tal es su timbre que mis oídos comienzan a zumbar doloridos y a la vez degustando maravillados por la idea lujuriosa que procesa.

El climax alcanza velocidades imposibles y mis rodillas besan el suelo. Tiemblo, dominada por un éxtasis endemoniado y, sin saber que siento exactamente, mi risa se une, débil y con énfasis de locura permanente, a la ya aludida.

Finalmente, me derrumbo. Dedico una última mirada enferma al producto de mi pesadilla de ensueño. Me fijo con intensidad en el detalle tallado en la voluta del instrumento.

Es la cabeza del demonio.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Metamorfosis

Viscosa, acorazada y siniestra. Se tambalea y retuerce confusa mi experimentada súplica de mantenerme atada de frente a mi antaña vida. Ahora se me antoja lejana y espesa donde es difícil avanzar. Mi frenética desesperación acaba por fundirse con la soledad y ambas se envuelven en gruesos hilos de olvido insatisfactorio hasta hacerme desaparecer.
Sin luz, angustia, CAMBIO. Algo es diferente, insólito. Quiero deshacerme de lo que cargo, pues si no lo hago acabará por comerme viva.

Me abro paso de entre mis cadenas blancas y peludas con esfuerzo atroz e insano. Finalmente, salgo hacia una luz aparentemente igual a la anterior después de mi encierro pero sé que nada es lo mismo. Ni yo tampoco.

Aspiro esta sensación de poder elevarme y me contemplo deslumbrada por lo nuevos colores, sonidos e imágenes que descubro. Miro arriba y, ahora mismo, sólo veo misterio. Tengo miedo pero saldré adelante. Con un último suspiro de añoranza hacia lo pasado alzo mis alas y me elevo, estrenando mi nuevo yo, mi nuevo todo.

La mariposa vuela, la mariposa, descubre, la mariposa teme, la mariposa arriesga, la mariposa lucha, la mariposa recuerda sin llorar, la mariposa ya no es gusano...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Desperdicios

Bastaría un grito para despertar a la carne de gallina y que volviera a mi piel. Traería lo que no poseo hasta tus congeladas hormonas para hacerlas reaccionar.
Hoy es cuando cuenta me doy de mi derrota. Tan sólo me queda resignar mis ansias. Recoger los desperdicios llamados recuerdos. Las sobras de lo que fuimos que ahora son pasto de la hambruna de los buitres e insectos.
Daría lo que fuera para lograr encontrar las válvulas desperdigadas de mi corazón de entre tus cenizas.

domingo, 29 de agosto de 2010

Palabrería

Dirá y dirá tu saliva descarriada todo lo que su fuerza le dé. Yo me quedo con la mía en coma. Tus opiniones se asemejan a material reciclado, por mucho que se repita no se tiene el mismo efecto.

Me molesta el baile de tus labios sin desenfreno y me repugna la hipocresía ausente en tu mirada de agua estancada. Cojo aguja e hilo y te cierro la boca con tres largas puntadas. Pero no sirve de mucho ya que como autómata continúas sin respirar con tu monólogo.

Mis tímpanos se irritan al igual que mi humor. Te arranco de un tirón el hilo, abro tu apertura facial y tiro de tu músculo parlante hasta separarlo. Este bombea incluso muerto y la sangre te decora junto con tu silencio. Lo coloco en tu mano pálida y temblorosa. Tu mirada ahora mira negra sin pupila. La lengua descansa inmóvil para siempre.
Nunca he visto una lengua más atractiva.




Llanto blanco

La tierra cuando no llueve. Seca. Yo soy esa tierra.

Casi polvo de un fruto negado por un destino incomprensible. Viviendo en la inconsciencia de una respiración lastimosa e indefinida que surge de entre mis entrañas. Alaridos en las calles de risas infantiles y puras en armonía. Un llanto blanco se asoma tímido en mis tímpanos.

Los dedos esmirriados resbalan delicados por la circunferencia de mi ombligo. Por un solo instante parece que algo surge, que se revuelve, que se ahoga por respirar vida invisible...
Agudizo mis sentidos para poder captar ese espejismo, acunarlo entre mis senos y sentir su débil palpitar junto al mío moribundo.

Las risas no renacen de nuevo, se han marchado dejando que mis poros comiencen a descomponerse en putrefacción temporal. Sin embargo, el llanto continúa. Al principio sonaba agudo, fresco, se oían corren lágrimas rebosantes de vida y jolgorio.
Y ahora, se ha vuelto grave y espeso y no se adivina vida sino enfermedad pausada.

Descubro con desamparada decepción que no es una criatura no nata la que se intenta hacer oir sino una mujer, una mujer que comienza a morir internamente sin haber producido su objetivo más básico. Mis manos manosean mis mejillas y contemplo el agua, más cristalina de lo normal, resbalando por las líneas de las palmas.

Por un momento la tierra no se sienta yerma y quebradiza, sino húmeda con defectuoso y irremediable organismo.

Las lágrimas de mi criatura anhelada e imposible. Mi vida. Ya he llorado por los dos.

jueves, 26 de agosto de 2010

Eco

Parecía confuso aquello que me invadía. Había comenzado como un último reto que sería decisivo para mantenerme con los pies en el suelo. Caras desconocidas nos observaban por todos los ángulos. A mí, a él, a todos ellos. El oxígeno cargado de castidad y respeto se expandía con rapidez por nuestro semblante.

El principio nos lo esperábamos todos, con una acústica envidiable. La melodía fluía sin dificultad y acompasada con nuestras respiraciones acostumbradas los últimos días a la tensión. Mis dedos discutían con las notas con la rabia de un fortissimo y mi ceño fruncido me concentraba. Todo pasó deprisa pero, sin embargo, con cierto carácter de parsimonia a mi parecer.

Hasta que llegó la última. Emergió majesuosa de un silencio inmortal que, incluso para mi que la había experimentado varias veces antaño, me heló la sangre y despertó mi respiración. No puedo explicar con palabras correctas lo que se puede sentir con un conjunto semejante de vibraciones que tocan lo celestial. Una mezcla rica, variada, que te hace sumegirte en ella.

En el momento en el que la última nota se extinguió en esa tierra extranjera en un eco que alcanzó las profundidades de ese templo y de mi alma, mis lagrimas ocuparon su lugar.

Un eco que resonará por siempre en silencio.

sábado, 7 de agosto de 2010

Sexy

Mis manos zalameras invocan a tu pelvis inflamada. Partiendo de unos párpados juguetones y un escote generoso. Líbido al cuadrado camina y se contonea por los alrededores, rodeada de miradas sugerentes en la que sus bocas ligeramente entreabiertas fabrican silenciosos jadeos.

Humeante el cabello, que atrevido se desparrama por mi curva trasera. Los labios te buscan, te absorven. La tiniebla nos envuelve. Tu respiración me abanica, el desvelo de tus ansias. Tus manos y dedos, cubren mis atributos, celosos de que los demas disfruten gratis.

Quiero estar sexy para tí esta noche. Aprovecho ahora, que lo soy.

domingo, 1 de agosto de 2010

Ciudad de papel gris



Las cenizas acarician mis dedos desnudos escaldándolos. El viento seco las obliga a bailar de forma inconsciente y desigual. Intento observar, más allá de los rascacielos grisáceos y la cruda decoración urbana, un atisbo de color entre los nubarrones espesos.

El silencio de mi alrededor me hace recordar aquellos momentos en los que me encerraba en mi habitación a meditar o sentirme como si solamente mi vida era la que vibraba en este planeta. Ahora mi deseo se ha vuelto realidad. Una calma fantasmagórica lo domina todo, como cuando juegas a un videojuego de zombies y tan solo adviertes el silbido del aire contaminado colarse entre tus oídos.

Los pájaros se han ido, los coches se amontonan unos encima de otros para siempre fijos en aquella postura. Esto, una gran ciudad que en cualquier momento caerá aplastándolo todo incluída yo. Todo lo que veo parece tan débil, tan viejo, tan...muerto.

Clavo mis uñas en las palmas de mis manos blancas y tiemblo. Estoy sola. Nadie me espera ni me reclama. Tan sólo ansio que el viento aumente hasta que los edificios caigan estruendosamente y no quede más que polvo desechable. Busco en mis bolsillos y hallo un mechero con poco gas. Suspiro desesperanzada. Jamás hallaré suficiente gasolina como para poder ver arder este mundo. Un mundo de papel, tan vulnerable y fácil de destruir.

Enciendo el mechero y una pequeña llama anaranjada surge, diminuta. La observo con la ciudad de fondo. Sonrío resignada. Por lo menos ahora hay color.

Almas gemelas

Tú, que fuíste aquella en la que deposité mis más privadas e incomprendidas locuras. Rodamos por nuestro cielo personal en el que el tiempo y la vida no eran más que un sueño e intercambiamos mutuamente nuestros ríos oculares y nuestras sintonías estúpidas.

Dejamos de conversar pues comprendimos que sólo eran necesarias las miradas bobaliconas impregnadas en complicidad infranqueable. Fundimos nuestra materia gris en una sola, nos compenetramos de una forma tan eficaz cómo un dúo musical practicando su grandioso arte.

Creamos un lenguaje nuevo que sólo podía ser comprendido por aquellos que nosotras deseásemos. Construimos UNA.

¿Por qué te fragmentaste de mí? ¿Acaso no te aferré lo suficiente entre nuestros lazos?

Un inquilino se posó, nuevo, fresco. Todo acabó. Un pajarillo sólo en su nido vacío.
Te extraño pero, no, ya no me perteneces porque no quieres que ello perturbe tu nueva existencia. Tu decisión marcó a fuego en mi alma troceadala la torturada realidad.

Dices mucho más manteniéndote lejos que procurando disculpas que ni tu consigues digerir con calma. Quiero borrar con jabón o con sangre todo lo que tuvimos porque, finalmente ví, lo que tu considerabas realmente. Vuela, aléjate, lárgate de mi sombra y de mis neuronas.

Sin embargo, sabes que sigo siendo la estúpida que te seguirá anhelando hasta que mi fuero interno explote de indecisión. No, no se puede borrar un pacto cómo de las almas gemelas tan sólo llorando y odiándote sólo por minúsculos intervalos de tiempo. Más de siete años no. Ya no.

Se oyé en la penumbra los indecisos acordes de un violoncello melancólico, lloriqueo como una cría. El sonido se aleja lentamente hasta que el silencio me domina y lleva mi llanto una octava superior...

sábado, 24 de julio de 2010

El santuario violáceo

Hoy no cruzan con soltura y desparpajo los recién nacidos rayos del queso astral por ranura alguna de mi balcón. Sin embargo, por la cara interna de sus persianas, sobrevive agonizante una fría llama. KT Tunstall se hace oír levemente por debajo de mi tarareo desentonado y arrollado.

El aliento mañanero de mi boca desplomada se funde pastosamente con el fuerte aroma a lima y limón que queda en los resquicios de un incienso pasado de fecha. Floto y me elevo sobre un humo delicioso, fruto de todo lo aquello mencionado, que se me antoja violeta.

Inspiro ese color hasta dejarlo en un desteñido e insípido lila. Todo, en este pequeño y sagrado mundo recluido en mi diminuta retina, vibra y se expande chocando contra sus paredes desiguales. Soy una criatura en mi limbo de color.

Ahora, es cuando me toca fundirme con mi alrededor y formar parte de este santuario violáceo que conforme aumenta la temperatura exterior cada vez se observa más pesado y espeso. Me despido de mi consciencia con una sonrisa boba y lánguida de labios púrpura. De entre ellos e impulsado por mi amoratada lengua surge la breve ventisca que mata a la llama suicida.

Tinieblas violeta. Territorio incomprensible y cargante. Perfecto e infranqueable. Las voces callan por orden de mi pulso ralentizado. Las pestañas superiores e inferiores se besan timidamente hasta acabar en tal unión en la que no se las distinguen. Mi espalda se contrae excitada y relajada al mismo tiempo.

Este sitio es sólo mío.

sábado, 19 de junio de 2010

Adios

Cuando las risas cargadas de alcohol se apaguen,
cuando el viento deje de abanicarme el rostro de sensaciones irracionables,
cuando el sol pierda por el cielo su último suspiro en este día de recuerdos inborrables y marcados en mi corazón sangrante de lágrimas escarlata...

Cuando todo ocurra...trataré de darle sentido a lo que realmente es una despedida.

sábado, 5 de junio de 2010

El aquelarre

La espiral de espesa y cargante humareda juguetea alcanzándo las nubes rojizas del atardecer. Lenguas cobrizas ardientes se alzan intentando escapar del encierro de aquellos troncos gruesos y ennegrecidos. Una voz quebrada y oxidada elevada sobre el murmullo general entona quejidos como la máscara de una perversión inhumana.

Las figuras sombreadas la rodean danzando y predicando en lenguas desconocidas y arrabaleras. Por la luz de la hogera se adivina en ellas la piel enjuta y repugnante del tiempo robado y sus escasos cabellos grisáceos colgando en el aire del ritual.

Una de ellas vierte sobre las cenizas de la atrocidad unas partículas indescriptibles que hacen que todo aquello se intensifique y acelere. Caen al suelo derribadas por los arrebatos de carcajadas endemoniadas y éxtasis de venas coaguladas en adoración a la macabra celebridad de sus pensamientos.

Al amanecer, sólo cenizas.

sábado, 29 de mayo de 2010

Welcome to the circus

Llamaré a mi valor para que seamos uno, látigo y bestia. Del rugido de sus entrañas nobles hace sombra el jóven acróbata en su danza aérea.
Mujeres barbudas y enanos cantan a coro la macabra melodía mientras en un rincón el individuo con los colores del fallecido arcoiris y el rostro pintarrajeado salvaje y falso maquina su siguiente número de doble personalidad y su sonrisa se ensancha en risa maligna y voraz al observar con detenimiento los rostros infantiles que desfilan alrededor suya.
Antes de iniciar el espectáculo el director murmura pensamientos banales y alentadores.
Bienvenidos al circo.

viernes, 28 de mayo de 2010

Deja Vu

Un ligero parpadeo que transporta lo más abstractamente indescriptible a mi desgastada materia gris para manifestarse.
Se degusta en el ambiente , creo yo, un aroma de océano de miel congelado en escarcha, imposible de atravesar.
Las manos húmedas y la pupila decreciendo hatsa terminar en un punto clave rodeado de colores pardos y calurosos.

Revolverse, estremecerse, respirar, experimentar, recordar...

Incomprensible mezcla de tanto y tan poco. De lo pasado y lo presente. De lo borroso y lo nítido. De lo soñado y lo vivido.
Pulcro y tímido mi oxígeno inspirado en una calada abusadora. Enloquecido e hiperactivo palpitar de venas indecisas, casi reventadas en dolor y esfuerzo por el instante lúcido.

Un Deja Vu de emociones en la palma de mi mano, agonizante.

viernes, 21 de mayo de 2010

GhostFace

Chillidos de soprano histérica escapan de las ondas electromagnéticas de este televisor antiguo. La luz de unas imágenes distorsionadas me irritan los ojos, relampagueantes de excitación e interés en la película negra.
Silba el viento enfurecido contra los cristales de las ventanas transmitiéndo una atmósfera tenebrosa que cuenta las palpitaciones de mis venas envueltas en vodka coagulado.

La chica de pechos operados y minifalda rosa chicle vuelve a aullar. Sube las escaleras rapidamente, se aproxima a una puerta y al abrir esta su cara se tiñe de un escarlata abrumador y sobrenatural que provoca que mi líbido se eleve unos cuantos grados de temperatura.

Mi acompañante, al igual que yo, espatarrado en el sofá pasa su brazo cubierto por detrás de mis hombros desnudos. En su mano de cuero agarra fuertemente algo puntigagudo. El filo de la hoja del puñal reluce de forma muy hermosa. Roza mi garganta sensualmente.
Su respiración cada vez es más agitada. La mía, a pesar de mi ya mencionada excitación, se mantiene calmada y acompasada. Lo observo un breve instante en la oscuridad y advierto su manto negro como la noche y su rostro resumido en dos cuencas ópacas y derretidas y una boca alargada hacia abajo.

Vuelvo a atender al filme. Ahora un tipo con una máscara y una hoz le corta el cuello a otra jovencita similar a la anterior. Entonces caigo con horror en la cuenta de algo imperdonable. Miro al tipo que está a mi lado que me inmoviliza el cuello con un arma blanca a pocos milímetros de mi piel de gallina:

-¿Te apetecen unas palomitas?

martes, 18 de mayo de 2010

El bombín

Hoy pensaré en no pensar. Dejaré correr mis lagunas de memoria y de triturarme la materia gris para tratar de entenderte. Pedacitos de fotos crían polvo y telarañas en algún recóndito lugar de mi mundo, que podría decirse que es infinito. Y la carraca vieja que giraba ahora se me antoja oxidada.

Caigo en la colcha y miro al techo carcomido de termitas. Mis tirabuzones rubios se desparraman por todos lados y aun tumbada intento alisar inutilmente las arrugas de mi vestido de lolita con mis manos escocidas en soledad.

Giro mi cabeza y me topo con el bombín. Mi mirada se detiene en él. Te lo dejaste, pues te largaste sin demasiado amor por nada que estuviera en esta habitación. Ahora que lo veo me parece apreciar que destila cierto aire de suficiencia y egocentrísmo. Pues lo ha conseguido.
Me incorporo de un salto y lo sostengo en mis manos. Es mediano y está casi sin estrenar. Mansamente acabo por rendirme a su abismal atracción y me lo pruebo.

No me atrevo a reflejarme en el espejo, en el que apenas quedan cristales. Aspiro subiendo mi naricilla hasta tocar con la punta el borde del sombrero. Huele a ausencia demoledora. Siento colorear de manera imperdonable en mí los tonos de mi rostro. No se qué significa, ni si es amor ni si es rabia, ni si me quema o me hiela.

Aun así no lo tiro hacia las profundidades de la oscuridad de las esquinas tal y como hice con los recuerdos que renacen de forma inevitable y molestamente en estos instantes frescos. Paso mis dedos por su filo cortante.

Sin explicarme por qué, una veracidad que creía extinguida florece sin control en mis poros níveos. Siendo presa de una carcajada de bebe lanzo el bombím por encima de mi cabeza y finaliza su caída envuelto en el eco de un chispeante "¡Já!".

No, cariño. Hoy pensaré simplemente en vivir.

domingo, 16 de mayo de 2010

Insectos

Un hilo de vuestra tela de araña ha temblado. Temeis que todo se desmorone a vuestro alrededor y vuestros rostros se deforman en una mueca de alerta permanente. Vosotros, insectos superiores a mi condición, rondais el mayor tiempo posible a mi persona. Me manteneis en vuestra zona denominada "protección y educación".

Todo lo controlais, desde el primer hasta el último suspiro que escapa de mi aliento frustrado. Os imploro, os intento abrir lo más profundo de mi ser, ansioso de respirar libremente, y dono mi confianza. De nada sirve. Lo más rastrero de vuestra alma se coloco una máscara severa y aparentemente confiable que para lo único que es usada no es sino para absorver el máximo de información confidencial, como una esponja.

No creeis necesario saber más de lo esencial con lo relacionado a mis intereses y pensamientos abstractos que arden porque los atendais un sólo instante. Alardeáis de vuestra supuesta experiencia cuando en realidad yo tendría que daros clase de ello. Vuestras miradas me observan con un desprecio tan bien fingido que a veces es confundido con la llamada responsabilidad paternal.

Pretendeis comerme poco a poco. Ver como me consumo en la cápsula de los placeres rechazados y las falsas expectativas de unas promesas que no llegan a cumplirse. Pedís y pedís sin cesar a gritos en mi oído descuajaringado y chorreante de repulsión de confianza quebrada. Nada donáis, nada ofrecéis. Y todo lo que resumís en este conjunto de calamidades se llama "respeto y sentido común". En ello consiste vuestra tela.

Pero ella, como ya he mencionado, ha vuelto a ser perturbada. La libertad y rebeldía de mi juventud reprimida se intenta desatar de vuestras garras infames. El espíritu quejoso cada vez grita más fuerte y al principio os relvolvéis sorprendidos por la magnitud de estos, pero acto seguido reaccionáis y lo borrais tejiendo sobre mi boca un gran tapón. Como siempre.

Volveis a ganar la batalla. Me desmorono y pienso que finalmente todo está perdido. Pero cuando creeis que he escarmentado tan sólo habeis conseguido que el próximo chillido sea más intenso. La llama de ira crece en mi interior resguardada en buena actitud y falsos gestos de amor. Ahora actúo como la persona ideal, exactamente como siempre habéis deseado que sea. Pensais que esto ha hecho que escarmiente.

Pobres, pobres ilusos inflados en vanidad.

Cuanto más pienso en el final, una agradable sensación de felicidad extrema me recorre la espina dorsal. El saber que todo se dará la vuelta y dejaré de ser la víctima para convertirme en dominadora.
Mis queridos y amados insectos. Yo seré la que os acabaré devorando cuando el último segundo del fin de mi calvario finalice. Cuando una verdadera sonrisa salga de mis labios al pensar en vosotros.

sábado, 8 de mayo de 2010

Invierno porteño



Ramas quebradizas mueren al morder la suela de mi zapato en esta noche esquiva y perecedera. No hay, sin embargo, niebla alguna en el horizonte de mi pupila dilatada. Tan solo una oscuridad que me traga hasta mi maltratada garganta y el aroma de un Buenos Aires que recuerda lo que era antaño.
Al pasar por una acera que creo desierta compruebo que en ellas habitan todavía las sensuales damas del placer con sus cigarrillos en las manos terminadas en uñas atigradas. Sus sonrisas húmedas me revuelven la lívido provocada por el alcohol y mi desamparo.
Pero aun así no vuelvo a fijar mi mirada en sus faldas milimétricas ni los oídos en sus risas alentadoras.
Continuo andando hasta derramar el contenido de mi breve fiesta a los pies de un banco. Tras usar mi carcomida chaqueta de pañuelo oigo el traqueteo del último tren de la jornada. Se lo nota lejano y cruelmente egoísta.
Por sus puertas pasó el último rastro de la única esperanza de lo que considero vida. Su aroma inconfundible se lo tragaron sus puertas corredizas y metálicas que al unirse son infranqueables. La oleada del viento que provocó en tu cabello se llevó a su vez los suspiros de un pobre diablo moribundo.
Ahora sus cenizas se expanden como si de una epidemia se tratara, por los rincones más inaccesibles de este invierno porteño, que lo cubren con su tango incomparable.

sábado, 1 de mayo de 2010

Ecuación

Horror de números. Incógnitas sin respuesta. Me va a estallar el cansancio acumulado. Sucumbo ante la mirada severa del maestro que me clava sin piedad. Me adormezco. ¿Adonde me lleva este letal ensueño? Hacia las colinas de tu última vaga respiración. Sexy con triple X, una X elevada al cubo. Pego un respingo e intento concentrarme. No es el momento ni sitio para abandonarme.
Papel en blanco, pizarra pintarrajeada. El resultado de esta ecuación... ¿cómo era? Filas interminables de signos desconocidos y sin sentido giran en mi cabeza formando un agonizante tornado que zumba en mis sienes.
Observo la Y, se me antoja como un cuerpo sin cabeza haciendo el pino. Con las piernas abiertas. Río en silencio intentándo que el viejo no se percate. Este signo es como una metáfora de mí misma. Mi imaginación se libera de sus cadenas. Tú; yo. Igual a...¿cómo era?
X elevado al cubo + Y= ?
Y yo qué sé. Nunca se me dará bien esto. Ni una cosa ni otra. Una risa, estúpida y agobiada por salir de mi garganta seca me tortura. La voz del emisor que me envía información inútil cada vez es más lejana. Mi escudo para resguardarme es un libro de doscientas y pico páginas del revés.
Adoro las cosas sacadas de contexto. Detesto las matemáticas.

viernes, 23 de abril de 2010

La señorita de Chanel

La veo a veces al pasar por la plaza. Su cabello de peluquería y sus labios perfilados en un carmín exquisito relucen al sol nublado.
Sin embargo, su respiración está agitada y tiembla escondiéndose en la gruesa capa de su visón gris. Su mirada apagada observa con un discreto tic su alrededor. Me parece advertir en sus ojos un halo de profunda tristeza, como la criatura más desgraciada del mundo. Y adquiere la imagen de una vírgen a punto de explotar en llanto interno. La coraza se ha quitado.

Pero al percatarse de que la miro, pega un respingo. Recupera la compostura digna de su condición y con la cabeza bien alta se aleja devolviéndome la mirada por encima del hombro y con la nariz arrugada de un desprecio repentino. Sus tacones de cifras interminables de dólares golpean la calle mal asfaltada hasta desparecer en una esquina.

Lo último que se esfuma de ella es su tan característico olor a colonia de Chanel nº 5. Lo aspiro hasta la última partícula llenándome de esa sustancia tóxica que la ha transformado en un envoltorio de arrogancia y distinción que ni ella misma soporta.
Ahora amargura y ansia de cariño flotan en el aire. Me apena esta señorita.

miércoles, 21 de abril de 2010

¿Sabes?

En tus ojos puedes reflejar el candor de una ensoñación pasada con llúvia como regalo. Quería fundirme con ellos ¿sabes?
O puede que no. No sé. Tal vez todo es demasiado práctico para tu desamparado corazón. Riega, riega escarlata pero, realmente, no respira, no luce. Hace juego con tu expresión corporal. A veces te confundo con un raquítico y carcomido títere de cabeza ausente.
Desprendes tal añoranza que hasta puedo olerla. Amarga e intensa. Pero aun así, ¿sabes qué?, me encanta.
Y volveré a mencionar tus ojos, que como mares pintados los advierto. Sólo a veces se apagan, sólo a veces se encienden. Púpilas blancas, faros de esas aguas, que me ciegan la retina colorida.
Déjame advertirlas a tiendas en la oscuridad de esa llovizna ya no tan salada que se remueve en el eco de la última carcajada desternillándose, húmeda.

sábado, 17 de abril de 2010

Tibieza en tu piel

Las sábanas blancas caen por los extremos indiferentes a mi respiración adormilada. Levita mi espíritu de plenitud extrema e inalcanzable. En la palidez de las luces de un amanecer próximo un dedo perdido roza tu piel, suave como las plumas del almohadón.

Tus poros se elevan ante el tacto de ese dedo descarado que recorre distraido una ruta desigual sin detenerse. El vello de punta acaricia la yema nívea; te encoges ligeramente y refunfuñas molesto ante mi juego. Río delicadamente marcando todos los tonos de mi voz cantarina. No lo veo pero sé que, sin quererlo, correspondes a esa risa pícara resignado y divertido a pesar del sueño que te domina.

Entrelazamos nuestras manos ahuecando algo inexistente pero cálido. Nuestros dedos se ajustan a la perfección, encajando y construyendo una fortaleza infranqueable. El sol empieza a asomar sus cabellos de rayos por una esquina, tímido. La tranquilidad que adorna la escena se ve truncada por una fuerte ráfaga de viento que estremece los cimientos de la cama con dosel.

Nuestras miradas se cruzan en un gesto de incomprensión. Desde algún punto de horror del espacio que nos rodea se emite un pitido similar al chillido de una voz humana , tan agudo que mis tímpanos no lo soportan. Me tapos los oídos, desesperada y clamando que cese. Repentinamente desaparece. Vuelvo a mirarte y mis ojos se agrandan de horror.

Observo el color de tu piel va tiñiéndose de un gris mortal y las cuencas de tu mirada se hunden y oscurecen. Tus labios se derriten bajando por la barbilla y goteándo hasta caer en la sábanas deshaciéndose. Tus cabellos se han vuelto polvo de nada y tu figura cada vez es más decrépita.
"No, no -expulsa mi voz temblorosa- aún es muy pronto. Sólo un poco más, un poco más..." Te abrazo desesperada y aullándo súplicas a la tormenta mientras tu silencio cobra vida.

Entonces noto el frío. Ausencia de tibieza en tus carnes que dejan al descubierto el desnudo de los queridos huesos. Inevitablemente tu traje óseo se completa. Me parece advertir una sombra en el cielo oscurecido por inesperados nubarrones. La silueta alada carga un bulto inmóvil. Acto seguido desaparece.

El sol renace despertando de un mal sueño e ilumina el cuarto. Me aferro a mi misma envuelta en sollozos inútiles. Las manos rodeando mis brazos sienten el calor. La sensación de vida. En ellos todavía aprecio la tibieza de tu piel de antaño. La tibieza de un espíritu robado.

miércoles, 7 de abril de 2010

Instinto de féminas

Está oscuro y me siento muy sola. Tan solo se cuela un delicado rayo de luna sobre tu rostro de ninfa acuática. Te busco. Te encuentro. Te tiento.

Acercate. Muy cerca mío. Acaricia las montañas en mis pectorales. Tu oído se estremece. ¿Lo sientes? La maquina palpitante se desboca ruidosa y tienes miedo de que explote su mecanismo, bombeando la sustancia escarlata que tanto te excita.

Tus labios carnosos convertidos en los míos vagan por la inacabable llanura de tu espectacular silueta, perdiéndose entre sutiles y débiles suspiros de pasión contenida en tu fuero interno. La llama crece, crece y se eleva hasta donde me es imposible ver su final. Las cabezas, sin embargo, se encogen a causa de un éxtasis indefinible.

Dominas mi terreno y me gusta. No replico, no rechazo. Todo se torna en un singular ritual de arañazos y gemidos que golpean las cuatro paredes astilladas. Despeinas mi cabello y mi ser con la misma intensidad con la que devoro las moradas venas de tu cuello. Tus manos sobre mis brazos me inmovilizan. Mi pupila en tu pupila brilla como si hubieran vertido sobre esta última purpurina azul cobalto. El acto desciende despacio...

Nos detenemos entrecortadas. No puedo dejar de mirarte. Tu antes aparente dominación deja al descubierto el rubor en tus mejillas de manzana que se esconden sumisas al ardor de mi sonrisa. Aproximo mi mano y elevo tu cara lentamente para vuelvas a empaparte del mensaje inicial.
"Estas jodidamente buena y esta noche eres mía. " te replico acentuando todas las sílabas con fiereza. "No debes demostrarme nada. Solamente siéntelo."

Con una rápida maniobra mi lengua se sumerge en la cavidad con olor a nenúfar húmedo. Los gimoteos aumentan devatiéndose entre sonar divertidos o vergonzosos. Los alientos despiden bocanadas abrasadoras y el sudor baja por tus pechos hasta terminar por colarse en el ombligo. Nos fusionamos y me quemas como si en un horno me hubiera sumergido.

Al cabo de un rato el sol viene a molestar a nuestro recreo. Caes agotada entre mis muslos y te abandonas con una caída de párpados y tus ojos reflejándo un claro signo de lujuria satisfactoria. Observo el lunar estirado de tu hombre izquierdo. Mis labios mojados se acercan y lo besan. Alcanzo una manta de algodón y nos escondemos completamente entre risas de adolescente y cosquilleos fugaces. Se hizo la oscuridad de nuevo.

Las felinas salvajes se retiran a descansar despues de una larga noche de placer e instinto.

sábado, 3 de abril de 2010

Coñac y soledad

Los grillos cantaban melancólicos. El profundo eco de unos pasos aplastantes perturvaba la armonía de aquella noche gélida. Los labios cortados de la chica refunfuñaban incesantes incoerencias que sólo ella habría sido capáz de descrifrar. Finalmente se detuvo junto a una farola que iluminaba débil y solitaria la invisible calle tragada por las fauces de las tinieblas. Se sentó en un bordillo. Temblaba y sus dientes castañeaban.

Pero le daba igual. El frío no la iba a obligar a volver a las cuatro paredes que la habían aprisionado tanto tiempo. Aquellos que juraban quererla no habían demostrado más que lo contrario. Ella era diferente a ellos. En todo. ¿Por qué nunca habían intentado comprenderla?
Entender su comportamiento, su parsimonia al hacer los recados, sus ganas de aislarse... Que la dejaran en paz, simplemente.
No, no lo entendían y lo único que les parecía adecuado era castigarla por su "egoísmo emocional" y su "mala respuesta hacia la familia".
Pues bien, no estaba dispuesta a aguantarlo ni un nanosegundo más.

El problema era que, en el arrebato de marcharse, no había pensado en coger más que su mochila con un bocata, agua y su móvil. Ni cargador ni dinero. Pues estaba lista. Todo le salía mal, incluso cuando tenía las ideas claras algo se torcía.
Frustrada, se encogió y su cubrió el rostro con los brazos hecha un ovillo.

Se mantuvo un rato en esa postura hasta que algo la sobresaltó. Una voz ronca a su derecha le habló. Se giró y se topó con la mirada vacía de un mendigo que había estado durmiendo en un rincón de la calle y del que ella no se había percatado. Era un hombre de mediana edad, desaliñado y con una botella de coñac entre sus manos:

-¿Qué estás haciendo tú sola en la calle a estas horas con el frío que hace?

Ella titubeó un momento. Finalmente, dijo con voz segura:

-Me he escapado de casa.

-Ajam.

Estuvieron un rato en silencio. Entonces las tripas de ambos comenzaron a sonar casi al unísono. Ella sacó su bocata y le ofreció al mendigo la mitad. Lo cogió sin nisiquiera mirarla. La chica se dio cuenta de que la mochila estaba húmeda y descubrió que la botella del agua se había abierto completamente sin dejar ni una gota en el contenido.

-Mierda...

Tenía sed. Contempló al hombre dando grandes tragos a la botella llena de alcohol. Él no parecía darse cuenta de su problema y no le ofreció. Cuando hubieron terminado de comer el mendigo comenzó a hablar:

-Toda mi vida he estado solo, nunca nadie me ha ayudado ni ofrecido su compañía. Cuando era pequeño recuerdo que mis padres ni se molestaban en hablar conmigo...

Miró a la chica con ojos brillantes. Ella lo miró seria y luego fijó la vista en el coñac. En ese momento el hombre lo cogió y se lo tendió:

-¿Quieres beber?

Asintió y se llevó la botella a los labios. Tomó un pequeño trago que le incendió la garganta. Tosió levemente. Cuando se la devolvió él preguntó de nuevo:

-Seguro que te has ido porque tus padres tampoco te brindan su compañía, ¿a que sí?

Silencio.

Fijó sus ojos en los de ella, intensamente:

-Acaso...¿Tú también te sientes sola?

La muchacha notó como se le hinchaban los ojos y comenzaban a brotar lágrimas. Desvió la mirada de la suya y se levantó murmurando a medias una vana despedida. Cogió su mochila y salió corriendo. En la última mirada que hechó al indigente éste volvía a tomar un gran trago.

Con el aliento llameando y el pulso desorbitado se detuvo en la puerta de su casa. Cuando se relajó miró una de las ventanas y observó la silueta de su madre llamando por teléfono. Sus hombros bajaban y subían histéricos. Lloraba.

La chica suspiró. Estuvo un instante con la vista clavada en el suelo. Dudó.
Finalmente, llamó al timbre. Los grillos seguían cantando.

martes, 30 de marzo de 2010

Concierto

El frío de una oscura tarde al inicio de la primavera descendía por las paredes exteriores de la edificios llenándolo todo de una gruesa capa de niebla espesa. Dos diminutas figuras corrían apresuradas cuesta abajo. Dos chicas. El cabello de una de ellas, oscuro como el azabache, se revolvía rebelde alrededor de su bonito rostro de ojos color miel y tez ligeramente bronceada. Sobre su labio superior se posaba delicadamente una característica peca que acentuaba su personalidad. Su voz metía prisa a la otra muchacha de pelo castaño ligeramente rizado, de hermosa sonrisa marfileña, a la que sus largas piernas parecían no querer acelerar ese día.

Frenaron su carrera en el paso de cebra con el semáforo en rojo. No habían conseguido recuperar el aliento cuando una voz próxima las llamó por sus nombres. Un chaval se acercó a ellas. Era alto y delgado. Pálido como un espectro, de pelos negros y abundantes pecas alrededor de su larga nariz. Las chicas lo reconocieron, se rieron:

-Al final no vamos a ser las únicas que llegamos tarde, ¿eh?

-Bueno... eso parece...- respondió él con media sonrisa.

Cruzaron las calles a paso ligero sorteando a los transeuntes con los que se cruzaban. Finalmente, guiados por el sonido de abundantes voces que clamaban, llegaron a una gran plaza atestada de gente. A la entrada fueron recibidos por una linda señorita de dulce rostro y grandes ojos felinos que parecían brillar en la noche. Sus blancas manos terminaban en afiladas uñas pintadas con los colores del arco iris. Torció el gesto fastidiada. Suspiró.

-Venga vamos, los demás están cerca del escenario.

El concierto al aire libre era un nido de fans que gritaban desesperados por que aparecieran sus ídolos. Flotaba en el aire el intenso olor del tabaco barato y de los mecheros gastados. Se colocaron a los pies del enorme escenario que les llegaba a la altura del cuello. Como habían previsto se hallaban a su lado dos parejas que los saludaron. Uno de los chicos de cabello muy rizado y mirada simpática sostenía en su mano un pitillo a medio acabar. El otro brazo rodeaba las pronunciadas caderas de una muchacha de sonrisa pícara y nariz respingona. La otra pareja la formaban un jóven de ojos de un verde intenso que derretían sin tregua a la diminuta chica que estaba a su lado de bucles morenos.

De pronto los aullidos desgarrados aumentaron hasta hacerse ensordecedores. El espectáculo iba a comenzar. Todos se sonrieron. Los guitarristas y el bateria ya estaban listos. La multitud enloqueció al aparecer de entre estos una chica de baja estatura que saludó al público efusivamente, agarrándo el micrófono con fuerza. Su cabello dorado brillaba contrastándo con las luces que la iluminaban. No había vergüenza ni nerviosismo en su mirada, simplemente emoción contenida y deseosa de iniciar aquello. La muchacha habló:

-¡Bueeeeno gente! ¿¡Estais preparados!?

La gente respondió con un ultrasonido difícil de comprender. Antes de empezar dedicó una mirada al grupo de amigos que se hallaban a sus pies. Sonrió motivada y de su boca salieron las primeras notas chispeantes. El bajo tocó prediciéndo el aplastante éxito que iba a acontecer aquella noche llena de música.

jueves, 25 de marzo de 2010

Mal carácter

No sé que es lo que estoy haciendo aquí. Me hallo entre cuatro paredes blancas como la cal, embutida en una extraña camisa con los brazos a la espalda y un molesto reloj repasando cada segundo con una lentitud que me irrita. No hay ventanas, la única puerta de metal está cerrada y solo hay una cama y un orinal como decorado. Desconozco cuánto tiempo llevo recluida aquí. No recuerdo quién me ha traido. Cuando intento hacer memoria esta se queda bloqueada y me provoca una intensa e infernal jaqueca que me revienta las sienes. Tan solo consigo acordarme de varios fragmentos de un instante determinado. Vuelvo a sumergirme en la espiral de las lagunas internas.

Recuerdo un sofá. Sí, sí, un sofá marrón de espaldas y en él está sentado alguien. Alguien conocido, sin duda. Lo rodeo y me topo con el severo rostro de mi progenitor. Me está hablando pero noto como si mis oídos estuvieran llenos de agua y solo capto palabras sueltas como "cortes", "estrés", "esquizo...", "no voy a permitir que..." y poco más. No sé que es lo que digo a continuación pero sostengo algo en mi mano, agarrándolo fuertemente. El tono de voz de mi padre comienza a subir de volumen y siento como si en mi cabeza se encendiera algo. Un tic. Entonces todo se tiñe de color rojo (ROJO) y ahí es cuando se corta el recuerdo y mi mente se cierra.

Echo de menos a mi padre. Me gustaría pedirle perdón por mi mal carácter. Prometerle que seré buena, que no me volveré a portal mal...

Algo, un sonido seco resuena sin cesar en mi oído, muy cerca. El reloj. Me pone nerviosa. ¿Por qué no se para? Tengo ganas de destrozarlo y una furia motivada crece en mis manos atadas. No, no puedo. Ese reloj no es mío, debe ser de otra persona. No estaría bien romper algo que no es tuyo.


Aun así quiero hacerlo. Deseo que se calle para siempre. (Risa nerviosa)

Un impulso incontrolable me levanta de la cama y me lleva hacia su sonar. Le doy una fuerte patada y lo tiro contra el suelo. Mis pies delcalzos lo pisotean divertidos. El contenido sale disparado en todas direcciones. Me hiero con algún que otra pieza y un hilillo de sangre sale de entre los dedos pero no me importa. (ROJO ROJO ROJO) Silencio.

(Suspiro ronco)


Necesito relajarme. Quiero salir. Este sitio huele a anestesia y parece que las paredes quisieran aplastarme. Me hace sentir rara, como si estuviera aquí por algún motivo horrible. Culpable como una niña que ha jugado demasiado con fuego y ha acabado quemándose. ¿Por qué?
"Tienes que controlarte. Tienes que controlarte o papá se enfadará..."


¿Cuándo vendrán a por mí? Ya tardan mucho...

domingo, 21 de marzo de 2010

La chispa milagrosa

La danza del caprichoso viento se colaba por la ventanilla y azotaba mis cabellos llevándolos de un lado a otro. El destartalado automóvil sin techo para burlar al sol, sobrevolaba un camino mal asfaltado en el que las barreras de seguridad eran el único adorno del paisaje. De vez en cuando venía alguna que otra curva pero no lo suficientemente extrema como para salirme de la carretera. Un monótono día como otro cualquiera.

Mi humor se encontraba bajo tierra, en la acostumbrada fosa de la rutina. Sólo el ruido de un viejo motor me provocaba un ligero bienestar. Era difícil ignorar el intenso olor a gasolina y humo. En el fondo de mi conciencia soñaba con que algo se torciera, que ese tanque de combustible se calentara. Que algo, aunque fuera insignificante, perturbara su mecanismo.

A lo lejos la divisé. La curva que tanta veces había pasado y que siempre me había dado la sensación de que si seguía en línea recta me vería besando el quitamiedos antes de que me decapitara.
Algo detrás del vehículo crujió. Miré hacia atrás y divisé la larga línea de combustible que se escapaba por algún orificio de la máquina móvil. "Joder"-pensé-"Esta mierda de coche no es ni de cuarta mano".

Encendí un cigarro y le dí un par de caladas reconfortantes con el objetivo de contener la rabia que llevaba acumulada. Pensaba que el mundo estaba podrido, que no había nada de verdadera y digna admiración.
Bueno, no. No pensaba eso. Sí que había algo que realmente me deleitaba.
El fuego. Ese ser ardiente, casi imparable y que por donde pasaba no dejaba nada. Una materia incandescente que volvía negro todo lo que tocaba con sus caricias llameantes. No había cosa que más me fascinara.

A veces soñaba con poseer una cerilla. Sólo una. Con un movimiento seco sería suficiente. Me bastaría para terminar con todo. Contemplar un edificio, un campo, o lo que fuera, siendo devorado por un incendio devastador. Sería un show horrendo, sí, pero ilimitablemente magnífico.

Entonces algo surgió de mi interior. La curva, el escape de gasolina, el cigarro... Parecía como si todo aquello se hubiera juntado en el mismo día y momento exacto para hacerme posible la acción que llevaba tanto tiempo esperando. Sonreí extasiada. Estaba claro. Que ameno se me iba a hacer el viaje.

Acto seguido dejé el volante y tiré la colilla encendida con la mayor puntería que me permitía el lugar donde me hallaba. Acerté de lleno. Cayó sobre la amarillenta línea de nafta y todo surgió. La simple chispa de un pitillo había bastado para provocar ese maravilloso y letal espectáculo.
Finalmente alcanzó el tanque. Los grados de temperatura subieron con súbito pestañeo. Una milésima de segundo, justo cuando pasaba la curva, giré violentamente el volante.



EXPLOSIÓN



Atravesé los cristales reventándolos con la cabeza y sobrevolé por unos instantes el cielo. Con las pocas fuerzas que me quedaban volví levemente la cabeza en el aire. Una gran bola de fuego envolvía todo y subía hacia arriba extendiéndose en una magnífica espiral. Mi dios. Una hermosa sensación de júbilo me envolvió. Por desgracia, creo que mis tímpanos estallaron antes de tiempo y no pudieron deleitarse con su sonido devastador, pero no me importó demasiado.

Algo que pretendía ser una carcajada intento escapar de unos pulmones que ya no respiraban. No dio tiempo a una segunda oportunidad. Me encontré con el sabor del cemento en mi boca y mi vista nublada se tiñó de calor y sangre coagulada. Mi tumba era un traje de carne quemada y ennegrecida. Por fin.

lunes, 15 de marzo de 2010

Hasta que las aguas nos separen

Sus pisadas en la tierra mojada dejaban a su paso pequeños lagos que reflejaban sus rostros alertas y con gestos de nerviosismo. Corrían de la mano tan rápido como podían, a sabiendas de la ausencia de la luz de las estrellas debido a las inoportunas nubes que habían decidido llorar esa noche.
A sus espaldas, a la distancia de 55 metros aproximadamente, igualaba su velocidad una numerosa tropa de individuos portadores de espadas y palos ardiendo en llamas. Sus estruendosas y cada vez más cercanas voces, recordaban a los perseguidos que debían despistarlos como sea.
Poco a poco la lluvia disminuyo considerablemente y ambos pudieron apreciar el rostro del otro. Pero entonces su carrera finalizó al comprobar que lo que creían que era su salida no era más que un gran acantilado hacia el mar letal e inmenso. Habían conseguido librarse por un instante de sus perseguidores pero ya no había escape posible. Se miraron con infinita ternura.

El rostro de ella reflejaba una belleza virginal, de cabello color heno, piel transparente y ojos esmeraldas que igualaban al verde de la flora chorreante de lágrimas. Sus labios eran finos y sonrosados y sus manos delicadas aun con algunos arañazos debido a los matorrales que habían dificultado su escape.

Él era recio y apuesto, de piel morena y ojos que se tragaban la oscuridad con un pestañeo. Sus musculados brazos abrazaban los de ella con una suavidad impensable por la fuerza que se adivinaba en ellos. Él fue el primero en hablar:

-Mi amor. Nunca sabré como esto ha podido suceder. Sé que es un error imperdonable pero quiero que sepas que nunca me arrepentiré de lo que siento. Aunque el que esté arriba nos expulse de sus tierras sagradas. Aun así. Caeríamos al infierno abrazados mientras las llamas nos devoran, el Demonio podrá torturar mi espíritu por siempre. Te querré por encima de todo. Hasta que mi alma se extinga.

Ella no lloró al oír estas palabras. Lo observó un breve instante que para él se hizo interminable. Finalmente, cogiéndolo de su mano dijo:

-Que sea lo que Dios quiera. No me importa saber que lo que sentimos es un pecado, porque eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Volvieron a oír voces. A lo lejos alguien gritó "¡Ahí están!".
A ninguno de los dos les importó. Se sonrieron, felices de haber empezado y de poder acabar su existencia juntos. Se agarraron fuertemente de la mano volviéndose hacia el paisaje marítimo en el que la luna había desterrado su timidez a mostrarse. Sus pies rozaban el filo del abismo. El muchacho articuló dulcemente las últimas palabras dirigidas a su amante:

-Te amo, hermana mía.

Y como liberados de una terrible carga, saltaron. Sus cuerpos se perdieron entre los volantes azulados del océano, devorándolos con furia. En todo momento permanecieron de la mano hasta que una enorme ola los separó para siempre de la Tierra en la que se habían sentido prisioneros en una jaula de insufrible desprecio.

jueves, 11 de marzo de 2010

Réquiem por un mundo

Espesa niebla que inunda la visión de un recuerdo frágil. Ilimitada es la razón de los otros cuando sentencian ásperas y fugaces miradas a lo que ya no creo capaz de reconocer. No hay cura conocida para este supuesto mal que turba y encoge de frío mis huesos, haciéndome cada vez más diminuta, casi imposible de ver.

Todos los mares concentrados en mi lagrimal aguardan salir con fingido entusiasmo mientras algo en mi garganta se mueve y retuerce esperando provocar el desbordamiento de fúnebres círculos viciosos que hacen acopio de un esfuerzo inútil de separarse.
Todo en mí bombea sin cesar mientras segrego incontables y extrañas formas de mi fantasía que, al ser rozadas por la débil luz de la tierra maldita, comienzan a pudrirse.

Hay demasiada presión, presión, PRESIÓN. La cabeza gira como un descontrolado tiovivo, la vista se me nubla llenando mi campo de colores imposibles. y la respiración escapa volando y se pierde en la aurora mi conciencia única.

En mi interior, un mundo extravagante y caótico se debate entre su destrucción definitiva o su continua locura. Por fuera, no es más que una huraña y solitaria muchacha envuelta en pensamientos incomprensibles y de díscolo comportamiento a la que pretenden enderezar con gigantes mazos de realidades desencantadas.



Desconocen que ello la esté convirtiendo en alguien que se debe decantar en palpitar con el corazón o funcionar con la cabeza y renunciar a su alma natural para siempre.

He aquí la gran lucha desde tiempos inmemorables entre dos mundos igual de universales: el mío y el del resto. La única y segura norma que existe es que finalmente uno de ellos perecerá bajo las garras de otro.

lunes, 8 de marzo de 2010

La seducción de ultratumba

Muerde aquí, en el cuello. Perfora dos diminutos orificios rebosantes de cataratas de sirope sangriento bajando por mi garganta. Tus incisivos, que refulgen puntuales al estricto horario de la luna llena, salen al acecho en busca de la (cada vez más escasa) exquisita sangre de las doncellas vírgenes.
Tu tez marfileña y reluciente contrasta en la noche como un nenúfar en un árido desierto. Apareciste de la nada, manifestando ante mí tu silueta de demonio seductor. Esos ojos tienen algún hechizo, pues atacas con la mirada. Me los clavaste y caí al suelo por un repentino e irresistible deleite. Sin embargo para realizar tu tarea básica de supervivencia lo haces con una delicadeza que dormiría de ensoñación a todas las criaturas que fueran objeto de ella.

Cuando sacias tu sed inmortal me dedicas una mirada de despedida. ¡Ah! ¿Por qué eres tan dolorosamente hermoso? ¿Por qué segregan mis entrañas esta furia desconocida al saber que te marchas?

Poco antes de caer sumisa a tus pies era consciente del pudor y del pecado. Pero ahora...

Ahora solo deseo ser usada por ti hasta el desgaste de mi cuerpo. Quiero que me succiones hasta la última gota con tal de sentir tu aliento junto a mí un segundo más, que tu pupila granate entré en la mía y me haga desfallecer por su alta dosis de erotismo.
Quiero ser tuya, en todas sus formas. Ser tu igual y cazar las noches nevadas de aullidos internos buscando la lujuria que nos provoca la sangre.
Quiero MODERTE y saborear tu ponzoña ácida y deliciosa mientras parte de esta resbala por mi barbilla.

Pero esto es sólo el recuerdo de una noche de seducción vampírica pues mi demonio sanguinario se marchó antes de que pudiera empezar a fantasear con mi destino imposible.


domingo, 7 de marzo de 2010

Ideas acuosas

Manoseo mis manos indecisa dando vueltas en la habitación de blanca esterilidad. Mis pies descalzos la recorren produciendo un sonido hueco. Lo observo todo, me observo a mí, observo mis pensamientos y , ¿qué es lo que me dicen? Lo mismo que el lápiz al tonto: nada.

¿En qué endemoniado peldaño de la escalera imaginativa se cayeron mis ideas, rondando cuesta abajo? ¿Algo las sobresaltó? Sé que están, sé que las poseo. Pero algo las tiene recluidas en una fosa de insatisfacción odiosa. Ese algo, mejor dicho, ese alguien soy yo.

La frustración va a acabar conmigo y con todo lo que ansío dar a conocer. Siento mi cabeza rebosar de ideas que, aun estando emborronadas, siguen siendo ideas. Entonces, ¿por qué no permito que salgan? ¿Por qué mis dedos no cobran la fluidez imparable que antes tenían con un bolígrafo sobre el papel? Voces a mi alrededor me dicen que al final ya pensaré algo. Pero en este mundillo las cosas no se realizan pensando sino que nacen de forma libre, sin presiones.

Me odio al escribir estas líneas vacías que sé que en el fondo no depararán en ninguna parte. La espesa niebla de inseguridad me impide ver lo más hondo de una psicología de chica con realidad desordenada e ideas acuosas de incierto final.

viernes, 5 de marzo de 2010

El reflejo oval

Odiaba ese espejo. Con su rostro disfrazado del suyo propio le hacía ver lo horrible de su condición y la pudredumbre de su oscura alma. Se burlaba de él, lo sabia. Deseaba poseer la fuerza de voluntad suficiente para reducirlo a míseras esquirlas. Pero no, porque en realidad se había convertido en objeto imprescindible de adoración por su persona. Desearía destrozarlo pero eso acabaría, de alguna manera, con una parte de sí mismo. Sus formas ovaladas lo deformaban, desnudándolo interiormente y sacando a relucir la verdad maldita e insoportable.

Sentía el palpitar de sus sienes amoratadas a cada lado de su cabeza. El sonido de una gota de sudor al chocar contra el suelo amenaza con romper la serena constancia de una pregunta que resonaba en su cabeza. Él le miraba y y el reflejo a él también; ya no lo soportaría mucho más.
Su respiración se aceleraba y su cuerpo manifestaba un violento temblor que le hacía estremecerse en lo más hondo de su ser. Sus manos acariciaban desesperadas el marco redondeado, recorriendo el gastado latón que lo envolvía.

Temblaba, se hacíao un ovillo delante de él, parecía burlarse. El balanceo corporal no lo aliviaba y sus músculos se agarrotaban dolorosamente. Su cara formó una mueca grotesca y sus ojos fuera de las órbitas miraban fijamente al frente, en constante lucha con los ojos que le devolvían la mirada. Hundía las uñas en las palmas intentando distraerse, último esfuerzo por escapar de aquello. La sangre fluía por sus muñecas.

Le miró, soltó una carcajada. Tenía el rostro de un loco.

(C & J)

miércoles, 3 de marzo de 2010

Este maldito vacío de originalidad (II)

Ha dejado de llover, porque la noche se ha tragado los nubarrones. Ahora se deslizan de un lado a otro furibundas ráfagas de aire enfermizo que contaminan el ánimo del derrotado artista.
Su depresión es tal que no tiene voluntad ni para encenderse un mísero cigarrillo. Tiene los ojos entrecerrados y llenos de triste melancolía que intenta hacerla invisible ocultando su rostro con unos débiles brazos y encogido a los pies de la cama.

Querría llorar pero su orgullo puede con él. Aunque poco a poco también va perdiendo eso y finalmente se abandona al llanto desenfrenado y amargo. No le quedaba nada. Nada que decir, nada que ofrecer al mundo nacido en su imaginación. Y eso sólo quería decir una cosa.
Se levanta lentamente entre torpes resbalones del suelo húmedo de madera carcomida. Vuelve a llenar su copa hasta el borde y acto seguido se aproxima hacia una de las mesillas de noche que pretendían decorar la mugrienta habitación. Abre uno de los cajones y saca de este un pequeño tarro cilíndrico que deposita en la mesa al lado de el whisky. Del tarro caen cinco pastillas. Las mira con ojos hipnóticos, embelesado al considerar esos minúsculos medicamentos eran su salida hacia la libertad de su marchita prisión.

Dedica un último momento a contemplar los tomos que descansan desparramados al pie de la cama y que reflejaban esos momentos de gloria inigualable que había experimentado. Sonríe humedeciéndose los labios. De una sola vez se introduce las pastillas en la boca y sentencia el acto con el trago digno de los bebedores suicidas.
Avanza tambaleándose hacia la cama y se desploma en ella. Se sumerge en estado de somnolencia que le hace olvidar todo. Habita un silencio inhumano que lo hace reconfortarse más aún. Pronto acabará todo.

Entonces le parece comprobar que su alrededor se va elevando. En la habitación entra tal claridad de luz que apenas puede mantener los ojos abiertos. Se oyen suaves risas que rozan los oídos del hombre acompañado de un tintineo de campanas. Quiere saber de donde proceden tales sonidos pero la rigidez de sus miembros es superior a él. De pronto, como una aparición sagrada se muestra ante él una diminuta mujer alada de color perla que zigzaguea frente a su rostro. Incrédulo, se incorpora bruscamente y la observa con detenimiento. Sus esbeltas piernas colgaban sensuales en el aire y sus finísimas alas apenas se veían por su trasparencia. Su mirada lo observaba divertida a través de unos ojos de zafiro oscuro y sin pupila.
Creyó estar loco. Ese ser era el personaje protagonista de una de sus novelas fantásticas. Su querida hada llamada Yill. Se volvió a tumbar dispuesto a sumirse en su oscuro destino pero en ese momento el hada habló:

-¿Por qué me ignoras ahora? Después de haberte acompañado todo el camino, ¿no vas a dejarme que te siga?

Después de estas palabras el hombre quedó paralizado. Dos pesadas lágrimas corrieron a cada lado de su cara. El hada, delicadamente, se acercó y las seco con su largo cabello. Tras un largo silencio, él solo tuvo fuerzas para decir:

-Gracias...Yill...

Dulcemente, el ser mágico se posó sobre su pecho y lloró con él. Y en los últimos instantes en que su corazón daba los latidos finales el hada lo besó en la mejilla y poco a poco fue desvaneciéndose junto con todo lo demás con una triste y resignada sonrisa.

A la mañana siguiente, la limpiadora del motel encontró el cadáver del antes célebre escritor y avisó a las autoridades. Nadie advirtió que sobre la camisa del fallecido reposaba un pequeño montón de polvo de desconocida procedencia.






(La fantasía que crea el artista muere siempre con él)

jueves, 25 de febrero de 2010

La sonrisa del duende

Ahí está. Con violenta fugacidad me atrapa. Destellos en ella que me hacen sumergirme en la peor de las tentaciones. De la noche sin estrellas se hunde en las sombras para volver a emerger de entre ellas con un magnetismo animal aterrador. Competidor entregado del gato de la famosa Alicia.


Su resplandor me ciega en demasiados sentidos fuera de contexto. Y mi paliducho cuello sueña con encontrarse con sus centellantes y perfectos dientes. Una risilla escapa de un lugar indeterminado de sus entrañas. Los resquicios de mi dignidad de antaño se desvanecen por atreverme a fantasear con una lengua viperina que habita y se balancea humedeciendo sus labios y que desee con ansia que penetre en mi más profundo secreto.


Es ella. La sonrisa del duende.


Bailarina de danza desesperada

Con sus pies, diminutos y gráciles, se desliza la bailarina. Su tutú plateado de luna resalta su iris azul cobalto que refulge al lado de sus pupilas, atrayentes como dos enamorados en su momento ideal y mágico.
Con delicados pasos piruetea sobre la superficie de cristal englobada en una niebla fantasmal. Su pelo, tan lívido como su piel blanquecina, permanece prisionero en un elegante moño, dejando sueltos a cada lado de sus orejas dos finos tirabuzones que ondean con graciosa frescura. Da mil vueltas sobre misma hasta hacer que el mirarla me maree de estupor, siempre con su brillante sonrisa a punto. Siento que puedo alcanzarla con solo alargar el brazo, y ubicarla en el hueco de mis dos manos haciéndome cosquillas con sus volantes voladores.
Es la vela que me alumbra en una oscuridad que me traga hasta lo más hondo como un jazmín en un inmenso campo de cardos. Podría estar toda una vida contemplando extasiado su elegante baile de música silenciosa.

Pero nunca podría tocarla. Jamás. Porque se encuentra viviendo en una extravagante esfera sin salida aparente y unos copos de indeterminada materia desconocida caen por sus alrededores si su mundo se agita fuertemente.

¿Ella desea salir? Lo desconozco. Sólo sé que su boca siempre está moldeada en el mismo gesto de inocencia y que sus giros nunca cesan. Puede ser que, simplemente, le es indiferente el exterior. O pueder ser también que su incesante movimiento sea una desesperada estrategia de llamar la atención de aquellos que la observan. No me perdonaría que su rostro de porcelana se vea amenazado por una presunta e incesante claustrofobia.


Dame una señal, mi bella bailarina, para obligarme a romper las cadenas de tu linda pero infeliz danza.

martes, 23 de febrero de 2010

Este maldito vacío de originalidad (I)

El hombre apoyado pesadamente contra la ventana, observa la caída de la lluvia y la pelea de las gotas queriendo estrellarse contra el cristal. Sostiene en una mano una copa de whisky y en la otra un pitillo a medio acabar que se acerca a los labios con gesto teatral. Expulsa, melancólico, el humo mientras su mirada va recorriendo el pequeño y caótico cuarto de motel con olor a coliflor podrida. Observa la papelera, llena hasta el borde de papeles arrugados y porquerías varias. Sus ojos se detienen en el papel en blanco que reposa sobre la mesa de trabajo acompañado por una pluma que gotea espesa tinta negra.

Lanza un profundo suspiro, se sienta lentamente en la silla de madera, frente al folio. Se pasa, pensativo, la mano por la barbilla, que raspa por el mal afeitado. La pluma ondea en el aire sin saber qué escribir.

-Maldita sea…

Golpea frustrado los puños contra el mueble. Impotente, tira la colilla al suelo, apagándola con un sonoro pisotón. Se sentía acabado.
Había perdido todo lo que tenía desde que empezó con la profesión. Al principio era como todos los amateur: jovial, innovador y, sobre todo, con las ideas claras. Había sido reconocido como uno de los mejores de la última década y sus obras eran leídas por todos. Claro que -pensaba- no me da lo suficiente como para vivir a lo grande, pero de todas maneras lo importante es que me guste y me dé de comer.

Los años habían pasado y, como en toda profesión artística, había tenido sus pequeñas crisis de moral, la forma de escribir, etc…
Pero esto, se temía, no era una crisis como las demás. No estaba pensando la forma en qué iba a redactarlo ni nada. El gran problema era, ni más ni menos, que no había nada nuevo que aportar al género. Todas las ideas e historias que había escrito a lo largo de toda su bibliografía y que tenía en su cabeza ya habían sido realizadas. Era la falta de musa y de originalidad. Y para él, un escritor antes de éxito, suponía el final del viaje con su fantasía. Furioso con su ilusión marchita, levantóse de su asiento y clamó con voz atronadora señalando a la pluma:

-¡Tú, maldita entre todas la cosas! ¡Traidora de mi inspiración! ¿Qué te hice para que me dejaras muerto en la estacada? Has sido mi mayor portavoz del arte que antes me recorría las venas con fascinante gozo. Nunca imaginé que fueras a dejar de hablar en mi nombre y, sin embargo, ahí te veo con las ideas concentradas en la tinta que te rebosa sin querer decirme. ¡Maldita seas entre todas!

Y luego con el mismo arrebato, arremetió contra el papel blanco:

-¡Ah! ¡Tú, detestable pálido! Eras la superficie y la base de mi fantasía. Sufriste conmigo esas noches en vela en las que te emborronaba con entusiasmado éxtasis. Ahora estás ahí, mirándome con tu vacío y manifestando tu burla con la blancura de tu ser, mofándote de mi ignorancia. ¡Maldito tú también por villano y traicionero compañero!

Dicho esto, agarró ambos objetos y los expulso al exterior en el que el agua hizo el resto. Arrastrando los pies llega a unas de las esquinas de la habitación y cae encogido y temblando, pues la esencia básica de su alma y existencia ha muerto ahogada en una lluvia de desencanto.

La prisión de tus alas

¿Adonde fue ese instante en que me pertenecía todo lo que tocaba, todo lo que veía?

Un instante en el que tus suspiros eran suaves, brotando de tu boca con sutileza, en el que tu ropa desprendía una cálida y delicada fragancia que nunca he conseguido definir pero que me fascinada locamente y tu pelo despeinado trazaba difusas formas en tu silueta.
Te agarraba con frenesí bestial tu camiseta de rayas y te atraía hacia a mí sin importarme saber si lo hacía contra tu voluntad o no. En la oscuridad contemplaba tus ojos que brillaban con una nitidez de aparente cortesía a los míos propios. Tus abrazos, podrían haber consolado a la más infeliz de las criaturas. Me arrinconabas en esa esquina donde no importaba quién nos viera y dábamos rienda suelta a nuestros inocentes y dulces juegos. Tu boca de caramelo alimentaba mi hambre llameante, cruzaba mis piernas alrededor de tu tórax y tus brazos me envolvían lentos y naturales.

Esos brazos, los tuyos. Sí, los asemejaba a unas hermosas alas color púrpura, que se alzaban con majestuosidad hacia los cielos llevándome contigo. Me hiciste tenerlo todo a mi alcance, ser la emperatriz de tus sueños y de esas alas.

Pero este instante murió al comienzo de la súbita desintegración de sus plumas en el aire. Me dejaste caer hasta golpearme brutalmente contra el suelo de la realidad.
Ya no tenía, no tenía tus preciadas alas en mis manos. Se habían alejado de ti mismo y de lo que te rodeaba. Te habías marchado, mi amor.

¿Y adónde fuiste, mi ángel idealizado? El vendaval de la soledad me abruma.
Pero yo no quiero para conmigo esta tortura de metáforas ausentes. Te añoro, añoro la voluptuosidad de tu presencia en mi vida pasada. Regresa. No me importa que no venga acompañada de la satisfacción que me provocaba ese instante ya mencionado. Dame, solo una vez más, la oportunidad de volver a encontrarme con su místico tacto, púrpura como mi maquillaje descorrido por el mar rebosante en mi rostro.

Tan solo quiero la ilusión de esa prisión abstracta que me hacía delirar de placer. El placer de ese encierro tan cruelmente sensual.

domingo, 21 de febrero de 2010

¿Quién eres tú?

Pregunto expectante al reflejo en el cristal. Este me devuelve una mirada vacía, opaca. Con expresión indiferente se retira parte del cabello, sucio y enmarañado, que cae por un lado de su rostro grisáceo.

Lo examino con la mirada. Observo su cuerpo, envejecido prematuramente. No me es necesario acudir a la imaginación para dibujar su esqueleto que se manifiesta sin pudor en sus formas angulosas y pronunciadas. Me detengo en sus manos, en las que los dedos han sido sustituidos por palillos de dientes y advierto la ausencia de uñas en cada uno de ellos.

La imagen vuelve a mirarme con su inánime actividad corporal. Entonces una sensación de desprecio incomprensible me recorre todo el cuerpo haciendo que el mirarlo se vuelva insoportable. No observo su piel enjuta que cae por todos sus lados, ni sus pómulos prominentes.

La horripilante chica del espejo, sin mediar palabra, ensancha la boca dibujando una sonrisa con fondo oscuro, de escasos y amarillentos dientes y enmohecidas encías. La repugnancia que transmite me provoca tal sentimiento de ira que estrello furiosamente mi mano contra él, deseando borrar con ese golpe la realidad tan insoportable que ha vuelto ha asaltar mi mente. Los cristales saltan en todas direcciones, queriendo escapar de esa situación de lucha personal. Por un momento retiro mi mirada de ella, respirando entrecortadamente.

Sigo el recorrido de la sangre corriendo por mi mano y muñeca. Dolorida, suspiro. Mi mirada vuelve ha chocar con un reflejo peor que el anterior. Los pocos y destrozados cristales que cuelgan indecisos en la pared forman un grotesco retrato descolocado. Una cara más deforme que la anterior.

La ansiedad comienza a llamar por enésima vez a mi cerebro, los dientes presionan brutalmente mi labio inferior hasta destrozarlo.

Entonces mi doble mueve los labios, sin que escape sonido alguno, pero entiendo perfectamente lo que me cuestiona:

-¿Quién eres tú?

Quedo en silencio largo rato, sin apartar mis ojos delirantes e inyectados en sangre de aquella pregunta. Ahora mi mirada se concentra en mí. Pero no dura mucho el examen ya que se perfectamente la respuesta.

Me dirijo hacia el retrete, levanto la tapa y agacho la cabeza. Al fondo de este el agua vuelve a reflejarme. Vuelve a mover los labios, esta vez me escucho.

-Una gorda. Una puta obesa.

Una lágrima quisiera escapar pero no quiere porque ya no existe. Cierro los ojos evitando mi propia mirada e introduzco lentamente los dedos índice y corazón en mi boca, buscando la campanilla de la deseada liberación acompañada del futuro desastre.

viernes, 19 de febrero de 2010

Mancillada

Qué linda es,
la joven inocente
Juega en el río,
nadando a contracorriente.
Su frescura es alegría
y su risa, pícara.
Apenas posee curvas
y su pecho apenas asoma,
pero su encanto es el mismo.
Vive su juventud
ausente a cualquier mal.
Ondea su largo cabello,
tararea sin cesar.
Una oscura sombra
se aproxima hacia el lugar.
Sucios presagios la envuelven
y una maligna sonrisa la encabeza.
Tenebrosa criatura
como pocas las hay.
Contempla a la muchacha
con ojos golosos,
y fluidos viscosos
descienden por sus bajos.
Se acerca sigiloso
a su presa elegida.
Ella no se da por aludida
pues se encuentra volteada.
Ahí es cuando la agarra
y la aparta de la orilla.
Intenta chillar,
intenta escapar,
pero el brillo de la hoja de un puñal
la hace enmudecer.
La traslada al bosque
donde no habita el ser humano,
mientras la amarra fuertemente,
relamiéndose los labios.
El rostro de la chica,
el rostro del miedo.
Observa aterrada
como hunde sus dedos
en sus carnes firmes
y acaricia su pelo.
-Comienza el espectáculo-
anuncia escandaloso,
desabrochándose el cinturón
con gesto ansioso.
Ella ruega, ella teme.
pero no consigue liberación
pues cuanta más clemencia pide
más goza su captor.
Se rozan levemente,
se estremece horrorizada,
al ver las proporciones
del arma prominente.
Le levanta el vestido,
con lentitud obscena,
y las lágrimas de sus ojos
se deslizan hasta la tierra.
Balbucea palabras
que ni ella misma entiende,
la respiración contiene
al adivinar sus intenciones.
Le separa las piernas violentamente
la primera embestida la sorprende.
Grita, desgarrándose
su cuerpo y su alma.
Así se repita
hasta la saciedad del individuo
que lo finaliza,
con un orgasmo ambiguo.
Se deshace de ella
entre las hojas, inconsciente.
Con un suspiro satisfactorio
la bestia se marcha.
De un lozano espíritu
a un mancillado corazón.
El dolor de sus heridas
la despierta de sopetón.
Se observa las muñecas
llenas de magulladuras
y la sangre de sus refajos.
Rememorando el acto
vuelve a chillar,
asqueada de sí misma,
del verdugo de su virginidad.

martes, 16 de febrero de 2010

Paranoia con sabor escarlata

La sórdida presencia de la conciencia provoca que mi alma sufra temblor y desequilibrio en el espacio vacío. Como pétalos de jazmín marchitos, van cayendo y descomponiéndose fragmentos de ella, quedándose blandos, inútiles, para después volverse ennegrecidas cenizas y desaparecer de forma instantánea.

El infrasonido de una melodía perdida excita a mis oídos quejosos, suplicantes de vibraciones sonoras ausentes e inconcebibles. Detúvose mi pulso cardíaco que se libera escarlata por la desértica y pálida piel de mis muñecas. Zonas de mi anatomía piden prestado el color de la rosa clásica para manifestarse. Y plateadas quedan mis mejillas por la sequedad del llanto de antaño y solitario.

Suplico desesperada por poder verme eclipsada por la sombra de la gran silueta negra y cadavérica. Que mis ojos tengan el honor de arder en llamas al pasar delante de su rostro oculto. Que mis tímpanos estallen gustosos al percibir el silbido de su oscuro manto ondear en la penumbra.

Quiero seguridad de que podrá llevarme con ella, que me librará de esta pesarosa respiración que ansía finalizar con un sutil suspiro y de que no dejará rastro de acontecimientos y memoriales en las esquinas de mis recuerdos. Quiero desechar esta paranoia atroz que me engloba porque ya no puedo contener por más tiempo mis deseos de reconciliarme conmigo misma.

Y es que mi existencia no me soporta. Yo reniego de ella, ella reniega de mí.
Por tanto te la entrego a ti, amiga y futura compañera de andanzas. Que la crudeza de tus manos me transporte hasta tu más recóndito paraíso.

Te regalo mi vida, mi querida Muerte.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Caballeros y tinieblas

El día ha muerto, la noche ha llegado. Es nuestro momento.
Alcemos las cabezas adorando a la diosa Luna. Rindámosle homenaje a su elegante figura. La tierra palpita bajo nuestros pies y nuestros corazones se llenan del gozo que se expande por doquier.

Somos sombras a los ojos del pueblo, somos vapor en el aire condensado por una lúdica camadería. Nuestra fe es nuestra armadura y la espada, nuestra valía.
Vamos, compañero fiel. Retemos a ese temido contrincante llamado mundo.

Demostrémosle que todavía queda esperanza en él. Que la libertad puede ser posible, que el amor no se ha extinguido, que todo ello se encuentra oculto por oscuras tinieblas y confusos caminos.

Lucharíamos contra todo lo que infunda injusticia, por ajena que sea a nuestra humilde persona. Derramaríamos sangre, sudor y lágrimas pero con gratificante recompensa en la posteridad de nuestra historia.

Y no temas, mi amigo, pues mis palabras serán el escudo contra los males que se avecinan sobre nosotros. Si permanecemos unidos y no abandonamos, la oscuridad acabará por volver al lugar de donde escapó para no volver jamás. La luz volverá a asomar entre los árboles y el viento correrá libremente por las colinas interminables.

Seríamos fuego abrasador, cabalgando por los cielos de Cydonia. Romperíamos la barrera del desencantado sonido. Seríamos los liberadores de la opresión de los poderosos.
Seríamos no. Seremos leyenda.

domingo, 7 de febrero de 2010

Perdóname

Has sufrido en demasía y tu camiseta es un paño de lágrimas. Perdóname.
Quieres pensar que todo ha sido una broma pesada para romper el hielo en esta época de mala racha en la que los dos nos hemos distanciado. Perdóname.
Un nubarrón ennegrecido de culpa ronda por tu cabeza intentando buscar el motivo de la consecuencia de mis palabras.

Discúlpame, te lo suplico. No ha sido a propósito. Los sentimientos que vinieron flotando fuera de nuestro círculo se posaron sobre mí y hundieron sus garras en mi corazón como garrapatas. Me los intenté quitar de encima, espantarlos con la razón, pero todo fue inútil. Seguían ahí, aferrados, hasta que se acabaron consolidando y volviéndose contra lo que era únicamente nuestro.

Y tú te percataste de que algo no funcionaba pero no quisiste decirme nada porque ha pesar de todo también estaba tu afecto por mí, no querías perderme en un abismo de dudas. Aún así, siendo tan necia como para pensar que no sería más que pasajero, continué a tu lado. Entonces comenzó mi infierno personal.

Lo que antes eran largas miradas llenas de complicidad pasó a ser un juego por evitarlas. Cada vez que intentábamos volver a resurgir los arrebatos de amor de entre las cenizas comprobábamos como todo se tornaba forzado, sin fluidez. Sabía lo que iba a ocurrir, pero no quería aceptarlo.

Teníamos una historia demasiado larga y profunda como para que se esfumara en un abrir y cerrar de ojos. Habías sido y aún eres, de lo más importante para mí. Pero llegaría un momento en que yo no podría resistirlo más.

Al final, renunciando a continuar de tripas corazón te lo solté de golpe, con lágrimas en los ojos y evitando tu mirada decepcionada. Me sentí miserable, adúltera sin haberlo sido, cruel por hacerte daño sin tu merecértelo.

Sí, te herí en lo más profundo. Sin necesidad de arma blanca te extraje las dos mitades de tu corazón, aún con débiles palpitaciones y te lo entregué. No merecía quedármelo, pues no había sabido mantenerlo con vida.

Por eso, por favor, perdóname. Puedes tratarme con desprecio si quieres, no te lo reprocharé. El arrepentimiento y la culpa danzarán en mi interior por siempre.

Lo siento, perdóname, te fui infiel con el pensamiento. De otro me enamoré.

sábado, 6 de febrero de 2010

Desengaño

He cerrado, no sin esfuerzo, los conductos de escape de mi cariño, obligándome a percibir el hedor del desprecio en mi olfato estimulado. Las manos están cerradas a cualquier sentimiento mutuo. Esto es lo que has provocado. Deseo para ti, una lenta y amarga agonía para así comprobar que estamos en paz el uno con el otro. No volver a sentirte ni a crearme falsas expectativas. Luces mucho mejor sin alguien siguiéndote en la retaguardia, porque ya no pareces tan poderoso a los ojos de los espectadores. De tu dulce y adictiva palabrería he escapado y ahora solo volvería a contactar con ella para saber adonde escondiste mis bragas la última noche entre un mar de sábanas blancas.

La fructífera tela de relación que tejí con sudor y lágrimas se rasgó por tu pobre entrega al mantenimiento de sus hilos compuestos de detalles insignificantes para ti, y dejó al descubierto una repugnante mentira.

No noté, tonta de mí, como una venda de ensoñación me cubría la vista impidiéndome adivinar a lo que jugabas. Confié en que fueras el viento que me impulsara a el camino de la felicidad más absoluta y has resultado ser solamente una piedra que se coló en mi calzado.

Tampoco advertí que me preferías desgarrar la ropa a besarme en mis labios ardientes de amor, y a decirme obscenidades en lugar de traducir tus supuestos sentimientos en palabras para después traspasarlas a caricias llenas de ternura.

Creía que tu ruda actitud provenía de tu personalidad, tan especial para mí. No quise quitarte la máscara de una vez por todas hasta que llegaron las otras “únicas” para ti.
Lo he decidido, cariño, ya no te añoro.

Ahora, después de haberte divertido saciándote con los cuerpos ausentes, pretendes volver a encandilarme con tu ñoña poesía y tu encanto superficial. Temo decirte que pierdes el tiempo dando palos al agua, pues poseo la mejor inmunidad del mundo: mi desengaño.
No espero nada nuevo de tu persona, así que toma nota de todo ello en tu memoria decrépita, similar a la de un primate retrasado.

Aún así, antes de archivar esta agridulce etapa, dedicaré un instante a dibujar en mi cabeza la imagen más característica cuando éramos “nosotros”.

Nos encontramos en un baño mohoso y oscurecido. Tu me manoseas el trasero al mismo tiempo que entreabres tu boca que no para de híper ventilar debido a que no puedes reprimir el instinto que te domina. Yo, sin embargo, te rodeo el cuello con mis brazos amorosamente, mirándote con ojos adoradores. Pero tus ansias acaban obligándome a deshacer mi abrazo.

-Me pones-susurras apretando tu entrepierna contra la mía.

-Yo también te quiero.

viernes, 5 de febrero de 2010

Las horas


Una vaga ilusión se va desvaneciendo lentamente como el vaho en la ventana un día de humedad. Unos inconstantes suspiros flotan en el aire. Los párpados me pesan como losas y los labios se comprimen para que no escapen los sollozos.

La añoranza ha vuelto a visitar a los sentimientos con un motivo cruel, recordando las horas pasadas, las de aparente alegría. Aquellos días en los que todo era más fácil, que los actos que realizaba no tenían consecuencias tan sumamente catastróficas.

El pasado, el mío. Nunca pensé que llegaría a extrañarlo tanto. Ahora me miro y no me reconozco. ¿Cuándo empezaron a derrumbarse mis esquemas, todo lo que yo amaba?

Tictac, cuenta el reloj, marcando su compás militar e interminable. Ya se ha ido todo. No rememoro nada. Tan sólo mi deprimente situación.

Tictac, vuelve a sonar. No quedan sentimientos ni sensaciones de ningún tipo. Tan sólo mi pulso, el subir y bajar de mi pecho y el vacío de la mente. El vacío de la nada.

jueves, 4 de febrero de 2010

Música sorda

Con un suspiro de inicio y una inclinación de cabeza comienza la maravilla. Una melodía cautivadora. Cuerpo fundido en madera, probablemente, de cerezo. El arco se desliza sobre el puente y provoca el desprendimiento de la resina de las cerdas. Los finos dedos abrazan el mástil y acarician las cuerdas.

Cada nota que produce es un paso más a elevarme al paraíso terrenal. Los silencios son instantes en los que me hace obligarme a mí misma a aguantar la respiración hasta que vuelva a sonar. Y su cara, la viva imagen de la emoción, en shock por su propio arte. Lo disfruta, le hace gozar, porque sabe que lo que ha creado, al menos para él, es infinitamente soberbio.

El tiempo y el espacio se han detenido para mí. Ahora sólo existe él, tocando, a una velocidad y con unos movimientos que son similares a que esté bailando con el instrumento. Con los ojos entrecerrados y los labios apretados, señal de un profundo arrobamiento. Sintiendo la música, su música.

Miro incrédula, a mi alrededor, sin terminar de creerme que nadie se percate de la actuación. Todos los individuos que se mueven de un lado a otro, cambiándose de acera o metiéndose en las puertas de los edificios para resguardarse del torrente de lluvia, no escuchan o aparentan no escucharla.

Una vez termina su obra oigo el eco de mis aplausos y el del agua estrellándose interminablemente. Se quita la gorra y en ella caen unas pocas monedas de mi bolsillo. Él me lo agradece con un gesto peculiar y ahí es cuando me percato de algo inesperado: no puede oír.

Lo ayudo a guardar el cello, que no podrá evitar que se estropee debido a la humedad del ambiente. Me sonríe. Yo le correspondo con una triste despedida.

Caminando por la acera mi odio hacia el mundo sigue en aumento.
Me siento decepcionada. No me extraña que todo lo que amamos se esté yendo a la mierda.

Nunca nos damos cuenta de las pequeñas pero imprescindibles cosas que nos rodean. Cuando lo sepamos será tarde. Casi nadie será capaz de escuchar al muchacho de la calle, que regala lo mejor que tiene y nadie lo reclama. Una pregunta que entraría en debate resuena en mi cabeza:

¿Quién es el más sordo en este circo de sociedad?