El frío de una oscura tarde al inicio de la primavera descendía por las paredes exteriores de la edificios llenándolo todo de una gruesa capa de niebla espesa. Dos diminutas figuras corrían apresuradas cuesta abajo. Dos chicas. El cabello de una de ellas, oscuro como el azabache, se revolvía rebelde alrededor de su bonito rostro de ojos color miel y tez ligeramente bronceada. Sobre su labio superior se posaba delicadamente una característica peca que acentuaba su personalidad. Su voz metía prisa a la otra muchacha de pelo castaño ligeramente rizado, de hermosa sonrisa marfileña, a la que sus largas piernas parecían no querer acelerar ese día.
Frenaron su carrera en el paso de cebra con el semáforo en rojo. No habían conseguido recuperar el aliento cuando una voz próxima las llamó por sus nombres. Un chaval se acercó a ellas. Era alto y delgado. Pálido como un espectro, de pelos negros y abundantes pecas alrededor de su larga nariz. Las chicas lo reconocieron, se rieron:
-Al final no vamos a ser las únicas que llegamos tarde, ¿eh?
-Bueno... eso parece...- respondió él con media sonrisa.
Cruzaron las calles a paso ligero sorteando a los transeuntes con los que se cruzaban. Finalmente, guiados por el sonido de abundantes voces que clamaban, llegaron a una gran plaza atestada de gente. A la entrada fueron recibidos por una linda señorita de dulce rostro y grandes ojos felinos que parecían brillar en la noche. Sus blancas manos terminaban en afiladas uñas pintadas con los colores del arco iris. Torció el gesto fastidiada. Suspiró.
-Venga vamos, los demás están cerca del escenario.
El concierto al aire libre era un nido de fans que gritaban desesperados por que aparecieran sus ídolos. Flotaba en el aire el intenso olor del tabaco barato y de los mecheros gastados. Se colocaron a los pies del enorme escenario que les llegaba a la altura del cuello. Como habían previsto se hallaban a su lado dos parejas que los saludaron. Uno de los chicos de cabello muy rizado y mirada simpática sostenía en su mano un pitillo a medio acabar. El otro brazo rodeaba las pronunciadas caderas de una muchacha de sonrisa pícara y nariz respingona. La otra pareja la formaban un jóven de ojos de un verde intenso que derretían sin tregua a la diminuta chica que estaba a su lado de bucles morenos.
De pronto los aullidos desgarrados aumentaron hasta hacerse ensordecedores. El espectáculo iba a comenzar. Todos se sonrieron. Los guitarristas y el bateria ya estaban listos. La multitud enloqueció al aparecer de entre estos una chica de baja estatura que saludó al público efusivamente, agarrándo el micrófono con fuerza. Su cabello dorado brillaba contrastándo con las luces que la iluminaban. No había vergüenza ni nerviosismo en su mirada, simplemente emoción contenida y deseosa de iniciar aquello. La muchacha habló:
-¡Bueeeeno gente! ¿¡Estais preparados!?
La gente respondió con un ultrasonido difícil de comprender. Antes de empezar dedicó una mirada al grupo de amigos que se hallaban a sus pies. Sonrió motivada y de su boca salieron las primeras notas chispeantes. El bajo tocó prediciéndo el aplastante éxito que iba a acontecer aquella noche llena de música.
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