Manoseo mis manos indecisa dando vueltas en la habitación de blanca esterilidad. Mis pies descalzos la recorren produciendo un sonido hueco. Lo observo todo, me observo a mí, observo mis pensamientos y , ¿qué es lo que me dicen? Lo mismo que el lápiz al tonto: nada.
¿En qué endemoniado peldaño de la escalera imaginativa se cayeron mis ideas, rondando cuesta abajo? ¿Algo las sobresaltó? Sé que están, sé que las poseo. Pero algo las tiene recluidas en una fosa de insatisfacción odiosa. Ese algo, mejor dicho, ese alguien soy yo.
La frustración va a acabar conmigo y con todo lo que ansío dar a conocer. Siento mi cabeza rebosar de ideas que, aun estando emborronadas, siguen siendo ideas. Entonces, ¿por qué no permito que salgan? ¿Por qué mis dedos no cobran la fluidez imparable que antes tenían con un bolígrafo sobre el papel? Voces a mi alrededor me dicen que al final ya pensaré algo. Pero en este mundillo las cosas no se realizan pensando sino que nacen de forma libre, sin presiones.
Me odio al escribir estas líneas vacías que sé que en el fondo no depararán en ninguna parte. La espesa niebla de inseguridad me impide ver lo más hondo de una psicología de chica con realidad desordenada e ideas acuosas de incierto final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario