Has sufrido en demasía y tu camiseta es un paño de lágrimas. Perdóname.
Quieres pensar que todo ha sido una broma pesada para romper el hielo en esta época de mala racha en la que los dos nos hemos distanciado. Perdóname.
Un nubarrón ennegrecido de culpa ronda por tu cabeza intentando buscar el motivo de la consecuencia de mis palabras.
Discúlpame, te lo suplico. No ha sido a propósito. Los sentimientos que vinieron flotando fuera de nuestro círculo se posaron sobre mí y hundieron sus garras en mi corazón como garrapatas. Me los intenté quitar de encima, espantarlos con la razón, pero todo fue inútil. Seguían ahí, aferrados, hasta que se acabaron consolidando y volviéndose contra lo que era únicamente nuestro.
Y tú te percataste de que algo no funcionaba pero no quisiste decirme nada porque ha pesar de todo también estaba tu afecto por mí, no querías perderme en un abismo de dudas. Aún así, siendo tan necia como para pensar que no sería más que pasajero, continué a tu lado. Entonces comenzó mi infierno personal.
Lo que antes eran largas miradas llenas de complicidad pasó a ser un juego por evitarlas. Cada vez que intentábamos volver a resurgir los arrebatos de amor de entre las cenizas comprobábamos como todo se tornaba forzado, sin fluidez. Sabía lo que iba a ocurrir, pero no quería aceptarlo.
Teníamos una historia demasiado larga y profunda como para que se esfumara en un abrir y cerrar de ojos. Habías sido y aún eres, de lo más importante para mí. Pero llegaría un momento en que yo no podría resistirlo más.
Al final, renunciando a continuar de tripas corazón te lo solté de golpe, con lágrimas en los ojos y evitando tu mirada decepcionada. Me sentí miserable, adúltera sin haberlo sido, cruel por hacerte daño sin tu merecértelo.
Sí, te herí en lo más profundo. Sin necesidad de arma blanca te extraje las dos mitades de tu corazón, aún con débiles palpitaciones y te lo entregué. No merecía quedármelo, pues no había sabido mantenerlo con vida.
Por eso, por favor, perdóname. Puedes tratarme con desprecio si quieres, no te lo reprocharé. El arrepentimiento y la culpa danzarán en mi interior por siempre.
Lo siento, perdóname, te fui infiel con el pensamiento. De otro me enamoré.
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