¿Adonde fue ese instante en que me pertenecía todo lo que tocaba, todo lo que veía?
Un instante en el que tus suspiros eran suaves, brotando de tu boca con sutileza, en el que tu ropa desprendía una cálida y delicada fragancia que nunca he conseguido definir pero que me fascinada locamente y tu pelo despeinado trazaba difusas formas en tu silueta.
Te agarraba con frenesí bestial tu camiseta de rayas y te atraía hacia a mí sin importarme saber si lo hacía contra tu voluntad o no. En la oscuridad contemplaba tus ojos que brillaban con una nitidez de aparente cortesía a los míos propios. Tus abrazos, podrían haber consolado a la más infeliz de las criaturas. Me arrinconabas en esa esquina donde no importaba quién nos viera y dábamos rienda suelta a nuestros inocentes y dulces juegos. Tu boca de caramelo alimentaba mi hambre llameante, cruzaba mis piernas alrededor de tu tórax y tus brazos me envolvían lentos y naturales.
Esos brazos, los tuyos. Sí, los asemejaba a unas hermosas alas color púrpura, que se alzaban con majestuosidad hacia los cielos llevándome contigo. Me hiciste tenerlo todo a mi alcance, ser la emperatriz de tus sueños y de esas alas.
Pero este instante murió al comienzo de la súbita desintegración de sus plumas en el aire. Me dejaste caer hasta golpearme brutalmente contra el suelo de la realidad.
Ya no tenía, no tenía tus preciadas alas en mis manos. Se habían alejado de ti mismo y de lo que te rodeaba. Te habías marchado, mi amor.
¿Y adónde fuiste, mi ángel idealizado? El vendaval de la soledad me abruma.
Pero yo no quiero para conmigo esta tortura de metáforas ausentes. Te añoro, añoro la voluptuosidad de tu presencia en mi vida pasada. Regresa. No me importa que no venga acompañada de la satisfacción que me provocaba ese instante ya mencionado. Dame, solo una vez más, la oportunidad de volver a encontrarme con su místico tacto, púrpura como mi maquillaje descorrido por el mar rebosante en mi rostro.
Tan solo quiero la ilusión de esa prisión abstracta que me hacía delirar de placer. El placer de ese encierro tan cruelmente sensual.
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