Ahí está. Con violenta fugacidad me atrapa. Destellos en ella que me hacen sumergirme en la peor de las tentaciones. De la noche sin estrellas se hunde en las sombras para volver a emerger de entre ellas con un magnetismo animal aterrador. Competidor entregado del gato de la famosa Alicia.
Su resplandor me ciega en demasiados sentidos fuera de contexto. Y mi paliducho cuello sueña con encontrarse con sus centellantes y perfectos dientes. Una risilla escapa de un lugar indeterminado de sus entrañas. Los resquicios de mi dignidad de antaño se desvanecen por atreverme a fantasear con una lengua viperina que habita y se balancea humedeciendo sus labios y que desee con ansia que penetre en mi más profundo secreto.
Es ella. La sonrisa del duende.
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