He perdido mi espontaneidad y avidez en mirar la existencia desde ángulos imposibles. La trágica monotonía de mi inspiración se ha visto, además, envuelta en parsimonía irritante. No soy quien era antaño y no creo que pueda siquiera memorizar fragmento alguno de mi milenaria gloria agridulce.
Mis dedos han traicionado a mis papeles blancos, sedientos de tinta fresca y a mis plumas secas. Todo quiebra y se descompone en masa indefinida y quemada. No soy capaz de innovar siquiera mis propias sutilezas y experiencias. He caido y no levanto mi anatomía del árido suelo.
Tan solo puedo decir que, maldita yo, por creerme eterna.
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