domingo, 3 de octubre de 2010

La crucificción de los relojes

Redoble de tambores
al tiempo del tic tac
conspiran el dulce deseo
de la futura mañana congelada

Con odio miran las viejas,
con ojos blancos y arrugas deshechas,
gritan desesperadas
para que con ello finalice
su ardiente y última estocada

Claman los hombres,
claman los perros,
las manecillas
que imperturbables avanzan
sin dudar de su fijeza

Que la historia no exista
más que en las cabezas,
la ansiada idea
de una vana ilusión

Cabellos coloridos,
juventud eterna,
campo verde fértil,
nunca gris arboleda

El verdugo religioso
lentamente aplasta
con pausada crueldad
lo que queda de sus andanzas

Con mazo en mano
golpea la agonía silenciosa
de los números circulares
y flechadas agujas

Tiempo al tiempo,
silencio repentino,
y finaliza el espectáculo
la nada de lo existido

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