domingo, 1 de agosto de 2010

Almas gemelas

Tú, que fuíste aquella en la que deposité mis más privadas e incomprendidas locuras. Rodamos por nuestro cielo personal en el que el tiempo y la vida no eran más que un sueño e intercambiamos mutuamente nuestros ríos oculares y nuestras sintonías estúpidas.

Dejamos de conversar pues comprendimos que sólo eran necesarias las miradas bobaliconas impregnadas en complicidad infranqueable. Fundimos nuestra materia gris en una sola, nos compenetramos de una forma tan eficaz cómo un dúo musical practicando su grandioso arte.

Creamos un lenguaje nuevo que sólo podía ser comprendido por aquellos que nosotras deseásemos. Construimos UNA.

¿Por qué te fragmentaste de mí? ¿Acaso no te aferré lo suficiente entre nuestros lazos?

Un inquilino se posó, nuevo, fresco. Todo acabó. Un pajarillo sólo en su nido vacío.
Te extraño pero, no, ya no me perteneces porque no quieres que ello perturbe tu nueva existencia. Tu decisión marcó a fuego en mi alma troceadala la torturada realidad.

Dices mucho más manteniéndote lejos que procurando disculpas que ni tu consigues digerir con calma. Quiero borrar con jabón o con sangre todo lo que tuvimos porque, finalmente ví, lo que tu considerabas realmente. Vuela, aléjate, lárgate de mi sombra y de mis neuronas.

Sin embargo, sabes que sigo siendo la estúpida que te seguirá anhelando hasta que mi fuero interno explote de indecisión. No, no se puede borrar un pacto cómo de las almas gemelas tan sólo llorando y odiándote sólo por minúsculos intervalos de tiempo. Más de siete años no. Ya no.

Se oyé en la penumbra los indecisos acordes de un violoncello melancólico, lloriqueo como una cría. El sonido se aleja lentamente hasta que el silencio me domina y lleva mi llanto una octava superior...

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