En tus ojos puedes reflejar el candor de una ensoñación pasada con llúvia como regalo. Quería fundirme con ellos ¿sabes?
O puede que no. No sé. Tal vez todo es demasiado práctico para tu desamparado corazón. Riega, riega escarlata pero, realmente, no respira, no luce. Hace juego con tu expresión corporal. A veces te confundo con un raquítico y carcomido títere de cabeza ausente.
Desprendes tal añoranza que hasta puedo olerla. Amarga e intensa. Pero aun así, ¿sabes qué?, me encanta.
Y volveré a mencionar tus ojos, que como mares pintados los advierto. Sólo a veces se apagan, sólo a veces se encienden. Púpilas blancas, faros de esas aguas, que me ciegan la retina colorida.
Déjame advertirlas a tiendas en la oscuridad de esa llovizna ya no tan salada que se remueve en el eco de la última carcajada desternillándose, húmeda.
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