miércoles, 7 de abril de 2010

Instinto de féminas

Está oscuro y me siento muy sola. Tan solo se cuela un delicado rayo de luna sobre tu rostro de ninfa acuática. Te busco. Te encuentro. Te tiento.

Acercate. Muy cerca mío. Acaricia las montañas en mis pectorales. Tu oído se estremece. ¿Lo sientes? La maquina palpitante se desboca ruidosa y tienes miedo de que explote su mecanismo, bombeando la sustancia escarlata que tanto te excita.

Tus labios carnosos convertidos en los míos vagan por la inacabable llanura de tu espectacular silueta, perdiéndose entre sutiles y débiles suspiros de pasión contenida en tu fuero interno. La llama crece, crece y se eleva hasta donde me es imposible ver su final. Las cabezas, sin embargo, se encogen a causa de un éxtasis indefinible.

Dominas mi terreno y me gusta. No replico, no rechazo. Todo se torna en un singular ritual de arañazos y gemidos que golpean las cuatro paredes astilladas. Despeinas mi cabello y mi ser con la misma intensidad con la que devoro las moradas venas de tu cuello. Tus manos sobre mis brazos me inmovilizan. Mi pupila en tu pupila brilla como si hubieran vertido sobre esta última purpurina azul cobalto. El acto desciende despacio...

Nos detenemos entrecortadas. No puedo dejar de mirarte. Tu antes aparente dominación deja al descubierto el rubor en tus mejillas de manzana que se esconden sumisas al ardor de mi sonrisa. Aproximo mi mano y elevo tu cara lentamente para vuelvas a empaparte del mensaje inicial.
"Estas jodidamente buena y esta noche eres mía. " te replico acentuando todas las sílabas con fiereza. "No debes demostrarme nada. Solamente siéntelo."

Con una rápida maniobra mi lengua se sumerge en la cavidad con olor a nenúfar húmedo. Los gimoteos aumentan devatiéndose entre sonar divertidos o vergonzosos. Los alientos despiden bocanadas abrasadoras y el sudor baja por tus pechos hasta terminar por colarse en el ombligo. Nos fusionamos y me quemas como si en un horno me hubiera sumergido.

Al cabo de un rato el sol viene a molestar a nuestro recreo. Caes agotada entre mis muslos y te abandonas con una caída de párpados y tus ojos reflejándo un claro signo de lujuria satisfactoria. Observo el lunar estirado de tu hombre izquierdo. Mis labios mojados se acercan y lo besan. Alcanzo una manta de algodón y nos escondemos completamente entre risas de adolescente y cosquilleos fugaces. Se hizo la oscuridad de nuevo.

Las felinas salvajes se retiran a descansar despues de una larga noche de placer e instinto.

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