jueves, 10 de marzo de 2011

Ignorancia pasiva

La ignorancia escuece mi orgullo y lo manipula queriendo llevarme a su terreno abrupto, reflejando mi valentía en los semblantes infantiles e incapaces de observar más allá de dos palmos de sus narices.
Cuerpos fornidos y gigantescos me rodean amenazantes, sus cabezas abiertas en canal muestran el eco de su vacío.
Zarandean mi moral, antaño de arena, ahora de metal. Quieren derrumbar la base de todo aquello imprescindible en un razonamiento y mi amor propio chilla furioso, revolviéndose en un mar de opiniones pasivas y dudosos gustos.

Para ellos, quedo más linda callada, decorativa, como las presentes que no dan un paso al frente para defender junto a mí la causa que comparten. Mi ojos arden fulminantes ante esta cobarde prevención.

Insisten e insultan sin respiración, asfixiando, arruinando mis esquemas bien trabajados y sólidos. Unos patéticos individuos.
No soporto tal afrenta a todo lo respetable. No deseo descender a tan baja calidad pero a situación me obliga a ello. Escupo en su ridículo espectáculo de falsos machos dominantes, su decadente y atroz circo de incultura básica; reventando sus tímpanos con mis bien entrenados argumentos y mi reprimida libertad de expresión.

Los pasivos retroceden, los espectadores se tensan espectantes. La montaña de niñatos disminuye de masa corpórea. Mi lengua acabará con todos.

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