No sé por qué vuelvo sobre mis pasos. Quizá se trate de simple remembranza. O quizá no.
En estos momentos siento tal vacío dentro que podría competir con un agujero negro. Todo está muerto, menos mi desesperación y mi asco. Sí, asco. Por mi reflejo y su contenido. He podido comprobar innumerables veces mi capacidad para crear odio en el ambiente. Puedo hacer que aquellos seres por los que más lloraría en su ausencia, lloren por mi crueldad. El desprecio que consigo que disparen hacia mi va creando un ovillo abstracto que me envuelve sin interferencias.
Pero ni siquiera todo el desprecio de la humanidad puede compararse al que yo siento por mi misma. Porque cuando creo que me recupero, me encargo de recordarme lo insignificante que soy en realidad. Y que dentro de esa insignificancia, tan solo destacan los yo "bajo cero". Por mucho que limpie, por muy pulcra que intente ser, siempre hay más mierda debajo de la alfombra.
No tengo remedio, aunque nunca me convenza del todo. Por tanto, seguiré haciendo que pobres criaturas se confíen. Les abriré mi muestrario superficial y cuando estén maravilladas observando la luces artificiales les arrancaré el alma con mis fauces. No importará que mis intenciones sean nobles en un principio. Mi naturaleza detestable se impondrá sobre cualquier propósito bello.
Así será. Siempre. Sin modificaciones.
Pobre de aquel que intente cambiarlo. Porque no tengo remedio.
Porque me odio tanto, que solo puedo gritar.
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