domingo, 2 de enero de 2011

Yo amo

La dama de la noche se desenvolvía segura de sí misma en su hábitat. Una mujer con carácter de fiera y figura de doncella clásica. Pasaba la treintena y los años apenas se notaban en sus pronunciadas curvas, largas piernas y busto abultado.

Se había recogido su larga melena pelirroja y rizada en una coleta alta y había puesto carmín en sus labios y sombra sobre sus ojos verdes.
Llevaba puesto un ajustado corsé escarlata con lencería a juego. Esa noche le habían exigido que se arreglara más de la cuenta. Pero sabía el motivo. Un importante cliente la había solicitado por una cuantiosa cantidad de dinero. Desconocía su identidad pero no le importó demasiado, ya habían pasado muchos hombres por ella como para preocuparse del anonimato de uno de ellos. Ella era la mejor en su trabajo y lo sabía, no había inseguridad en sus movimientos ni en su mirada felina.

Al llegar la hora se adentro en la espaciosa sala en penumbra y divisó una figura sentada a los pies de la cama con dosel. Se aproximó elegantemente, como muchas otras veces, y comenzó su danza de iniciación.. Pero el tipo negó con la cabeza y alejó delicadamente sus manos de su cuerpo. La atrajo hacia sí y le susurró lentamente:

-Hoy la noche es para tí y para nadie más.

La mujer pensó que se trataba de algún tipo de juego sexual, muy típico de las almas abandonadas y más necesitadas. Quizá pretendía que a sus ojos tomara la forma de alguna amante perdida o rechazada. No esperaba otra cosa de un cliente, así que con la resignación de quien predice que el trabajo durará toda la noche, asintió con la cabeza.
La tumbó entre las sabanas y comenzó a poseerla con una delicadeza que ella nunca había experimentado. Allí por donde su mano pasara la piel se estremecía, pero no de la simple excitación sino como si estuviera siendo estimulada para dar paso a una profunda sensación. La forma de abrazarla, de besarla y de mirarla tan intensa y diferente comenzó a hacer mella en su fortaleza construida por los largos años de aprendizaje sobre los hombres.

Durante todo el tiempo solamente ella recibió aquel tsunami de emociones contenidas en el abrazo carnal y sólo él habló brevemente por ese rato susurrandole al oído con el énfasis de aquellos que aman con un ferbor casi inhumano.
Al terminar quedaron quietos por un espacio de tiempo indefinido. Los ojos de ella no eran los de la prostituta experta que había traspasado el umbral de la puerta, sino los de alguien completamente maravillado por haber recibido algo desconocido y hermoso en una vida monótona.
Él se mantuvo franco, mientras recuperaba el rítmo de su respiración. Acarició el sedoso cabello pelirrojo, se vistió y se fue en silencio. La mujer quedó quieta y encogida, con los ojos entreabiertos y con las mejillas encendidas. Había amado, dejando a un lado el dinero y el trabajo, de forma incondicional y con pasión desmedida a alguien al que nisiquiera conocía.

Al verla tan turbada, la madame del prostíbulo le preguntó por su estado:
-¿Te sientes mal?

Ella la miró con los ojos mojados y tan sólo pudo alcanzar a decir con voz casi inaudible:
-No, yo tan solo...amo.

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