lunes, 31 de enero de 2011
Síntoma artificial
El sudor frío resbala espesamente por mi espalda, pecho y cabeza...pero sigue haciendo calor en mis poros achicharrados.
Mis ojos ven lo que quieren ver, pues los colores que advierten habían sido imposibles hasta ahora.
La lengua inutil descansa, mecida por mis andares irregulares, pastosa y seca.
El diafragma pide una tregua sin respuesta a mi intermitente risa delirante, e intento hacer un esfuerzo involuntario para no ahogarme con mi propia saliva.
Estoy diciendo algo pero no oigo mi voz, me apoyo pesadamente en los hombros de alguien que pasa por allí, mientras me descojono sin motivo.
La música pitorrea mis oídos, y mi olfato embotado también está apagado.
Mi piel pegajosa atrae a mi ropa, que se adhiere a ella como papel mojado.
Mis piernas caminan en zig zag, temblorosas y débiles por la euforia artificial.
Dirijo mi cabeza hacia mi acompañante y este se trata de un tipo verdoso y con tres lenguas que me observa con sus ojos extemadamente grandes.
El calor sube hasta mi entrepierna que pide ser saciada. Me echo a sus brazos y sus lenguas aprisionan la mía comatosa. Caemos en un sofá que ha aparecido de repente. La vista enfoca y desenfoca a su puñetero antojo.
Mientras, mi higado enrojece por las sustancias adictivas que lo están enloqueciendo. Y de golpe, noto como comienzo a levitar por encima del sofá y recorro la habitación lentamente, mientras rio silenciosamente y cierro mis ojos dejándome llevar.
Después de un rato, noto como mi cabeza comienza a experimentar punzadas agudas de desconocida procedencia y a gran velocidad aterrizo a los pies del sofá.
La cabeza vuelve a dar punzadas y él pitido de los oídos y la vista borrosa se pierden en oscuridad.
Mañana. Cabeza abierta. Neuronas muertas. Resaca.
Gracias por todo, combinación extraña.
viernes, 28 de enero de 2011
La duda
La sombra de una duda apabullante me tortura y persigue allá por donde piso. Se enrrosca en mi pecho y gargante haciendo que mi respiración sea irregular y frenética y mi corazón se alarme ante estos antinaturales estímulos.
Es la sombra de mi pensamiento,la que creía muerta, silenciosa en alguna esquina insignificante de mi mente cicatrizada.
Contra todo pronóstico, y traicionera como pocas, ha resurgido de entre las cenizas golpeando mi conciencia y siendo, más que nunca, poseedora de una salvaje agresividad. Desenterrándo esos momentos que sólo consideraba recuerdos pasados a los que acudir solamente en arranques de nostalgia, como fotografías carcomidas.
Vuelven imágenes a mis ojos que se encontraban en la última fila; revivo unas miradas inolvidables, palabras de amistad truncadas por la vida y risas y sonrisas que no puedo evitar oír. Porque todo aquello que revelo es algo viejo y débil, imposible de recuperar por el paso del tiempo y que cada vez me resulta más complicado volver a borrar.
Es la duda infinita. ¿Soy capaz de mirarla a la cara? No lo sé.
Porque la felicidad del pasado la deboró el reloj y tan solo me queda el polvo melancólico.
Es la sombra de mi pensamiento,la que creía muerta, silenciosa en alguna esquina insignificante de mi mente cicatrizada.
Contra todo pronóstico, y traicionera como pocas, ha resurgido de entre las cenizas golpeando mi conciencia y siendo, más que nunca, poseedora de una salvaje agresividad. Desenterrándo esos momentos que sólo consideraba recuerdos pasados a los que acudir solamente en arranques de nostalgia, como fotografías carcomidas.
Vuelven imágenes a mis ojos que se encontraban en la última fila; revivo unas miradas inolvidables, palabras de amistad truncadas por la vida y risas y sonrisas que no puedo evitar oír. Porque todo aquello que revelo es algo viejo y débil, imposible de recuperar por el paso del tiempo y que cada vez me resulta más complicado volver a borrar.
Es la duda infinita. ¿Soy capaz de mirarla a la cara? No lo sé.
Porque la felicidad del pasado la deboró el reloj y tan solo me queda el polvo melancólico.
viernes, 14 de enero de 2011
Los labios de tuti-fruti
Me atrevo a admirarlos en la distancia lejana, pasando entre el viento gélido del hielo de tu mirada. Su color, inconfundible, juguetea con la luz de un sol que envejece blanquecino y moribundo.
El olor, sin embargo, se dedica a esconderse de mi ansias por apreciarlo, a través de tus movimientos de cabeza que eliminan todo atisbo de percepción olfativa.
Observo embobada como se entreabren lentamente, dos maravillas, dos suaves montañas en tu rostro, entre un abismo oscuro donde habita la bestia húmeda de mis más secretas fantasías.
Quiero su sabor en mis cabellos color leña y su aroma indescriptible en mis oídos extasiados de ilusión infantil. Los quiero saborear densamente, al igual que cuando se lame un helado derritiendose en tu lengua.
Entonces te vuelves, aproximándote a mi anatomía temblorosa. Como cumplidor de mis deseos, la curvatura de tu pareja escultural asciendo dando lugar a la sonrisa complacida. Aspiro a pocos centrímetros y cierro mis ojos sin creer aún en mi alegría. Un torbellino de varios aromas me endulzan los pómulos congelados de frío. Embriaga y vence, como un ejército implacable; un grupo unido que da lugar al sabor más deseado.
Sin esperar siquiera a volver a abrir mi mirada, tus labios se unen a los mios indignos. Confirmo con la mayor seguridad de mi alma que lo que ahora poseo es la perfección en mi boca.
El olor, sin embargo, se dedica a esconderse de mi ansias por apreciarlo, a través de tus movimientos de cabeza que eliminan todo atisbo de percepción olfativa.
Observo embobada como se entreabren lentamente, dos maravillas, dos suaves montañas en tu rostro, entre un abismo oscuro donde habita la bestia húmeda de mis más secretas fantasías.
Quiero su sabor en mis cabellos color leña y su aroma indescriptible en mis oídos extasiados de ilusión infantil. Los quiero saborear densamente, al igual que cuando se lame un helado derritiendose en tu lengua.
Entonces te vuelves, aproximándote a mi anatomía temblorosa. Como cumplidor de mis deseos, la curvatura de tu pareja escultural asciendo dando lugar a la sonrisa complacida. Aspiro a pocos centrímetros y cierro mis ojos sin creer aún en mi alegría. Un torbellino de varios aromas me endulzan los pómulos congelados de frío. Embriaga y vence, como un ejército implacable; un grupo unido que da lugar al sabor más deseado.
Sin esperar siquiera a volver a abrir mi mirada, tus labios se unen a los mios indignos. Confirmo con la mayor seguridad de mi alma que lo que ahora poseo es la perfección en mi boca.
domingo, 2 de enero de 2011
Yo amo
La dama de la noche se desenvolvía segura de sí misma en su hábitat. Una mujer con carácter de fiera y figura de doncella clásica. Pasaba la treintena y los años apenas se notaban en sus pronunciadas curvas, largas piernas y busto abultado.
Se había recogido su larga melena pelirroja y rizada en una coleta alta y había puesto carmín en sus labios y sombra sobre sus ojos verdes.
Llevaba puesto un ajustado corsé escarlata con lencería a juego. Esa noche le habían exigido que se arreglara más de la cuenta. Pero sabía el motivo. Un importante cliente la había solicitado por una cuantiosa cantidad de dinero. Desconocía su identidad pero no le importó demasiado, ya habían pasado muchos hombres por ella como para preocuparse del anonimato de uno de ellos. Ella era la mejor en su trabajo y lo sabía, no había inseguridad en sus movimientos ni en su mirada felina.
Al llegar la hora se adentro en la espaciosa sala en penumbra y divisó una figura sentada a los pies de la cama con dosel. Se aproximó elegantemente, como muchas otras veces, y comenzó su danza de iniciación.. Pero el tipo negó con la cabeza y alejó delicadamente sus manos de su cuerpo. La atrajo hacia sí y le susurró lentamente:
-Hoy la noche es para tí y para nadie más.
La mujer pensó que se trataba de algún tipo de juego sexual, muy típico de las almas abandonadas y más necesitadas. Quizá pretendía que a sus ojos tomara la forma de alguna amante perdida o rechazada. No esperaba otra cosa de un cliente, así que con la resignación de quien predice que el trabajo durará toda la noche, asintió con la cabeza.
La tumbó entre las sabanas y comenzó a poseerla con una delicadeza que ella nunca había experimentado. Allí por donde su mano pasara la piel se estremecía, pero no de la simple excitación sino como si estuviera siendo estimulada para dar paso a una profunda sensación. La forma de abrazarla, de besarla y de mirarla tan intensa y diferente comenzó a hacer mella en su fortaleza construida por los largos años de aprendizaje sobre los hombres.
Durante todo el tiempo solamente ella recibió aquel tsunami de emociones contenidas en el abrazo carnal y sólo él habló brevemente por ese rato susurrandole al oído con el énfasis de aquellos que aman con un ferbor casi inhumano.
Al terminar quedaron quietos por un espacio de tiempo indefinido. Los ojos de ella no eran los de la prostituta experta que había traspasado el umbral de la puerta, sino los de alguien completamente maravillado por haber recibido algo desconocido y hermoso en una vida monótona.
Él se mantuvo franco, mientras recuperaba el rítmo de su respiración. Acarició el sedoso cabello pelirrojo, se vistió y se fue en silencio. La mujer quedó quieta y encogida, con los ojos entreabiertos y con las mejillas encendidas. Había amado, dejando a un lado el dinero y el trabajo, de forma incondicional y con pasión desmedida a alguien al que nisiquiera conocía.
Al verla tan turbada, la madame del prostíbulo le preguntó por su estado:
-¿Te sientes mal?
Ella la miró con los ojos mojados y tan sólo pudo alcanzar a decir con voz casi inaudible:
-No, yo tan solo...amo.
Se había recogido su larga melena pelirroja y rizada en una coleta alta y había puesto carmín en sus labios y sombra sobre sus ojos verdes.
Llevaba puesto un ajustado corsé escarlata con lencería a juego. Esa noche le habían exigido que se arreglara más de la cuenta. Pero sabía el motivo. Un importante cliente la había solicitado por una cuantiosa cantidad de dinero. Desconocía su identidad pero no le importó demasiado, ya habían pasado muchos hombres por ella como para preocuparse del anonimato de uno de ellos. Ella era la mejor en su trabajo y lo sabía, no había inseguridad en sus movimientos ni en su mirada felina.
Al llegar la hora se adentro en la espaciosa sala en penumbra y divisó una figura sentada a los pies de la cama con dosel. Se aproximó elegantemente, como muchas otras veces, y comenzó su danza de iniciación.. Pero el tipo negó con la cabeza y alejó delicadamente sus manos de su cuerpo. La atrajo hacia sí y le susurró lentamente:
-Hoy la noche es para tí y para nadie más.
La mujer pensó que se trataba de algún tipo de juego sexual, muy típico de las almas abandonadas y más necesitadas. Quizá pretendía que a sus ojos tomara la forma de alguna amante perdida o rechazada. No esperaba otra cosa de un cliente, así que con la resignación de quien predice que el trabajo durará toda la noche, asintió con la cabeza.
La tumbó entre las sabanas y comenzó a poseerla con una delicadeza que ella nunca había experimentado. Allí por donde su mano pasara la piel se estremecía, pero no de la simple excitación sino como si estuviera siendo estimulada para dar paso a una profunda sensación. La forma de abrazarla, de besarla y de mirarla tan intensa y diferente comenzó a hacer mella en su fortaleza construida por los largos años de aprendizaje sobre los hombres.
Durante todo el tiempo solamente ella recibió aquel tsunami de emociones contenidas en el abrazo carnal y sólo él habló brevemente por ese rato susurrandole al oído con el énfasis de aquellos que aman con un ferbor casi inhumano.
Al terminar quedaron quietos por un espacio de tiempo indefinido. Los ojos de ella no eran los de la prostituta experta que había traspasado el umbral de la puerta, sino los de alguien completamente maravillado por haber recibido algo desconocido y hermoso en una vida monótona.
Él se mantuvo franco, mientras recuperaba el rítmo de su respiración. Acarició el sedoso cabello pelirrojo, se vistió y se fue en silencio. La mujer quedó quieta y encogida, con los ojos entreabiertos y con las mejillas encendidas. Había amado, dejando a un lado el dinero y el trabajo, de forma incondicional y con pasión desmedida a alguien al que nisiquiera conocía.
Al verla tan turbada, la madame del prostíbulo le preguntó por su estado:
-¿Te sientes mal?
Ella la miró con los ojos mojados y tan sólo pudo alcanzar a decir con voz casi inaudible:
-No, yo tan solo...amo.
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